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Por Información Estratégica

Morena y el PRI hacen historia

Faltan menos de 18 meses para la contienda presidencial en nuestro país. Algunos analistas cuestionan que se estén publicando mediciones electorales faltando tanto tiempo. Es evidente que con tal distancia temporal, las preferencias electorales se modificarán. Sin embargo, para el registro de la opinión pública y comportamiento electoral es oportuno saber en qué momento nos encontramos y cómo están nuestras simpatías por distintos partidos políticos.

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En comportamiento electoral hay una diferencia sustancial entre medir la preferencia electoral por partido político y por candidato. Es claro que el resultado de las elecciones en nuestro país cada vez se explica más por las cualidades y atributos del candidato que por el partido que representa.

La identidad partidista explica cada vez menos de por quién votamos. No sólo ha crecido el porcentaje de los electores independientes, si no que el desprestigio de los institutos políticos ha ido en ascenso. Por ello, a nivel analítico es muy revelador medir las diferencias entre las preferencia por un partido, la preferencia por un candidato o el diferencial entre ambos.

La caída de la intención de voto por el  PRI como partido es histórica. A tal distancia de las elecciones sin la nominación de un candidato el partido en el poder a nivel federal nunca se había ido a la tercera posición. El partido en el gobierno como tercera fuerza electoral no sólo es un evento inusual, es histórico.

Un referente cercano puede ser el proceso electoral de 2012. En 2012, es cierto que a mediados de mayo, Acción Nacional con su candidata Josefina Vásquez Mota se fue a tercer lugar en prácticamente todas las series que midieron es elección, como fue el resultado final. En ese momento ya había un candidato nominado y el evento sucedió como resultado de las campañas electorales en curso.

La diferencia con lo que está sucediendo ahora es que este es un registro sin candidato, sólo midiendo al partido en el gobierno, y sin una campaña en curso.  Las razones de esta caída del partido en el gobierno pueden dividirse en las de orden tendencial y las circunstanciales.

En la primera categoría estaría el cuestionamiento de las reformas estructurales que viene desde 2013, temas como La Casa Blanca o Ayotzinapa. Con un claro efecto sobre la aprobación Presidencial. En la segunda categoría eventos recientes como el cuestionamiento de la negociación con Trump o las acciones y la comunicación del incremento del precio de la gasolina.

Razones para explicar la caída en la preferencia por el Revolucionario Institucional sobran. Tal vez lo que requiere más análisis es la forma en que se está canalizando esa inconformidad.

Por ello es interesante analizar el caso de Morena. Morena hace historia como partido, como fuerza política. Tal vez en la combinación con su líder histórico, Andrés Manuel López Obrador ya se había tenido registros similares, pero no como fuerza política en sí misma.

Durante 2005 y 2006 el PRD – al que pertenecía López Obrador– se empezó a perfilar como uno de los partidos más competitivos. Medido como partido empataba las preferencias con el PAN. Era sólo  cuando se  hacían los careos y se ponía el nombre del candidato López  Obrador que tomaba una clara ventaja hasta de 10 puntos porcentuales. Así lo reconoció en ex presidente Calderón al inicio de su campaña electoral.

Morena obtuvo su registro como partido político en 2014 y han bastado tres años para que se observe un crecimiento considerable en su electorado. En la primera elección donde participó en 2015, logró el triunfo en cinco delegaciones de la Ciudad de  México; además, tiene un número importante de presidencias municipales en distintos estados así como diputaciones locales y 36 diputados federales. Aún cuando no tiene ninguna gubernatura quedó en segundo lugar en estados como Zacatecas o en tercero en el caso de Oaxaca o Veracruz.  

Si analizamos las preferencias para la presidencia de la república, podemos ver que durante el segundo semestre de 2016 y apenas pasada la elección del 5 de junio, Acción Nacional pasó al primer lugar. En las mediciones de julio y agosto de ese año ya se observaba un crecimiento notable de Morena.

En octubre ya había empatado al PRI, y durante diciembre de 2016 y enero de 2017 lo rebasó. Este lento crecimiento de Morena culminó en sobrepasar no sólo al PRI, sino al PAN que se había colocado como la primera fuerza electoral desde junio. La última medición de Parametría indica que la distancia entre Morena y el segundo lugar (PAN) es de dos puntos porcentuales -31% vs 29%- y hay diez puntos de distancia con el PRI, quien llega a 21%.

Las preferencias electorales rumbo al 2018 sin duda alguna se irán modificando, sin embargo, hoy tenemos un escenario donde Morena se posiciona como el partido que ha subido en preferencias, canalizando el descontento social, lo que ha quedado registrado en las encuestas realizadas por distintas firmas.

Es claro que estás preferencias se modificarán con el tiempo y para efectos prácticos Morena y Acción Nacional están empatados, lo cual le da la posibilidad al segundo de poder canalizar la inconformidad social con el partido en el gobierno que hoy día ha aprovechado Morena. La tendencia que se observa más difícil de revertir es la del partido en el gobierno, tanto por su porcentaje de preferencia como por la distancia con las dos fuerzas electorales con liderazgo.

Faltan casi 18 meses, una elección con altos niveles de atención y con un electorado cada vez más volátil. Como hemos aprendido con todo proceso electoral, más allá de lo que dicen los números hoy, todo comportamiento futuro es de pronóstico reservado.