París redescubre con la Tour Saint Jacques una de sus joyas del medievo

Los parisinos respiran el urbanismo del siglo XIX en cada esquina de su ciudad, pero no han descuidado resquicios arquitectónicos como la Tour Saint Jacques, construida en el XVI y que, tras un largo periodo de restauración, ha abierto sus puertas de manera excepcional para evocar el período medieval.

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Fotografía facilitada por la Mairie de Paris de la Tour Saint Jacques. Los parisinos respiran el urbanismo del siglo XIX en cada esquina de su ciudad, pero no han descuidado resquicios arquitectónicos como la Tour Saint Jacques, construida en el XVI.

Por primera vez desde hace quinientos años, y únicamente hasta el 15 de septiembre y en reducidos grupos de 19 personas, esta torre abre su pequeño pórtico de madera al público y permite alcanzar su cumbre a través de los más de trescientos estrechos escalones que la vertebran.

Una vez arriba, a 62 metros de altura y sobre la céntrica calle de Rivoli, el paisaje es insuperable: un París más inmediato que nunca a los pies, con el Sena y la Torre Eiffel a un lado y la prominencia de Montmartre en el otro extremo. Los tejados plomizos capitaneados por pequeñas chimeneas granate hacen el resto.

Pero la visita no solo se limita a este panorama cautivador y privilegiado. El propio monumento esconde una historia de fantasía para los habitantes de la capital francesa, y de fascinación para los turistas.

Está erigido, según explicó la jefa del departamento de edificios culturales e históricos del Ayuntamiento de París, Laurence Fouqueray, sobre el punto de reunión y partida de los peregrinos que tomaban la Via Turonensis para emprender el Camino de Santiago hacia Galicia.

Los caminantes partían hacia el sur cruzando la Île de la Cité, que alberga la catedral de Notre-Dame, y llegaban al Petit Pont de la calle Saint Jacques, por la que salían de la ciudad.

"Pero aún hay más: no siempre fue una torre. En el siglo XVI emergió como el campanario de una iglesia construida en el XIII sobre las arterias de uno de los barrios más antiguos del París medieval", continuó hechizando Fouqueray.

En los aledaños de esa parroquia, conocida desde 1259 como la iglesia de la Carnicería, por su proximidad al barrio charcutero, instaló sus talleres el escritor francés Nicolas Flamel, un personaje que pasó por alquimista por su inmensa fortuna y que financió el pórtico norte del monumento en 1389.

El campanario, que devino la Tour Saint Jacques, no comenzó a erigirse hasta 1509, y, aunque no se sabe a ciencia cierta, los historiadores atribuyen su ornamentación, de estilo gótico flamígero, al arquitecto Jehan de Félin.

En 1790, la supresión del culto religioso establecida durante la Revolución Francesa determinó la desaparición de la iglesia, que fue vendida en 1797 como cantera a condición de preservar el campanario. "La Tour Saint Jacques sigue en pie por su belleza y porque era un punto estratégico para Napoleón, ya que desde su cima podía avistarse cualquier incendio que se propagara por la orilla derecha del Sena", comentó la responsable del Ayuntamiento.

La apertura y actualización urbanística de París, conminada a mediados del siglo XIX por Napoleón III e ideada por el prefecto de la municipalidad, Georges Eugène Haussmann, convirtió al antiguo campanario en la actual torre, que fue acotada por el primer jardín público de la urbe.

Pese a dominar una de las avenidas más célebres de la ciudad de la luz, con el paso del tiempo este edificio fue ennegreciéndose y perdiendo sus ornamentos a causa de las adversidades climáticas y la contaminación.

En 2006, no obstante, la alcaldía aprobó un plan para conservar y consolidar sus elementos arquitectónicos, el decorado y la estatuaria, tanto del campanario original como de la reforma de la torre de 1850.

"Las esculturas tienen un inmenso valor artístico y estructural. Si no hubieran sido restituidas, las próximas generaciones no tendrían una Tour Saint Jacques, sino una enorme patata", bromeó Fouqueray.

Ahora, a los cuatro años del final de la reforma y a los cinco siglos de su construcción y repentino cierre, vuelve a ser posible trepar por el interior húmedo y ceñido de esta torre del medievo francés y planear por las alturas de París, aunque esta licencia solo puede tomarse hasta mediados de septiembre.