Papa Francisco afronta un “verano caliente”

Pese haber suspendido sus audiencias públicas, el Papa Francisco afronta este mes un “verano caliente”, no sólo por las tórridas temperaturas que se abaten sobre Roma, sino por diversas polémicas surgidas en las últimas semanas en el entorno del Vaticano.

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Papa Francisco.

Como cada año desde el inicio de su pontificado en 2013, Francisco prefirió permanecer en su habitación vaticana ubicada en la Casa Santa Marta y evitar las vacaciones, mientras la residencia estiva de los Papas en Castel Gandolfo permanece vacía.

Tanto los espectaculares jardines a la italiana de la hacienda de 55 hectáreas ubicada a 25 kilómetros al sur de Roma, como el Palacio Apostólico ubicado en el casco, son ya un museo abierto a los turistas de todo el mundo.

Al igual que lo hacía en Buenos Aires, Argentina, cuando era arzobispo, las vacaciones del pontífice consisten apenas en una disminución de sus actos oficiales, mayor descanso, encuentros privados con amigos y lectura.

Además, en estos días el Papa dedica su tiempo en preparar los discursos y mensajes de su próxima visita apostólica a Colombia, prevista del 6 al 11 de septiembre próximo.

Su verano caliente tiene que ver, sí con las condiciones meteorológicas que han afectado seriamente el suministro de agua en Roma obligando al mismo Vaticano a cerrar todas sus fuentes en la Plaza de San Pedro. El resultado fue una imagen de sequía y sol "infernal" también en el centro de la cristiandad.

Al mismo tiempo, el verano ha sido intenso por algunos escándalos relacionados con presuntos abusos sexuales de religiosos contra menores y cambios en la Curia Romana.

A finales de junio pasado, George Pell, uno de los más cercanos colaboradores de Francisco, secretario de Economía y miembro del exclusivo consejo de cardenales que asesora al Papa en el gobierno de la Iglesia católica, fue imputado por abusos sexuales en su natal Australia.

El miércoles pasado, Pell compareció ante el tribunal donde está acusado, en Melbourne, y se declaró inocente de las acusaciones, que se remontan a muchos años atrás. El purpurado no tomó la palabra y fue su abogado, Robert Richter, quien hizo las declaraciones.

Aun así, el juez decidió seguir adelante con el proceso y ordenó la entrega de pruebas contra el purpurado antes del 8 de septiembre próximo, ya que la siguiente audiencia está prevista para el 6 de octubre.

Mientras, Pell obtuvo del Papa un permiso temporal a su cargo de secretario de Economía, un puesto clave en la reforma a las finanzas vaticanas impulsada por el obispo de Roma.

Siempre a inicios de julio, Francisco decidió no confirmar en su puesto al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller, tras el cumplimiento de los cinco años de su nombramiento, firmado en 2012 por el entonces Papa Benedicto XVI.

En el pasado, Müller manifestó públicamente algunas diferencias con Francisco y si bien se trató de una “no confirmación”, todos los observadores entendieron que el prefecto fue despedido.

La salida de escena del cardenal estuvo seguida de fuertes críticas y acusaciones contra el Papa de parte de grupos conservadores y tradicionalistas dentro de la Iglesia, quienes veían en Müller a un aliado para contener “el avance de la herejía”, como mucho de esos consideran al pensamiento de Jorge Mario Bergoglio.

Incluso algunos periodistas llegaron a filtrar una reconstrucción sobre la audiencia privada en la cual Francisco comunicó al purpurado alemán su decisión de no mantenerlo en el puesto. El relato dejó muy mal parado al pontífice, tanto que Müller debió interevenir de manera pública para desmentir la versión.

No pasaron muchos días para que el ambiente se volviera a caldear tras la presentación, en Alemania, de un explosivo informe según el cual unos 547 niños del coro de la catedral de Ratisbona fueron víctimas de abusos.

Muchos de ellos recibieron bofetadas, maltratos y castigos físicos, pero 67 sufrieron agresiones sexuales, incluidas violaciones. El escándalo se extendió hasta el Vaticano, ya que el coro donde se verificaron los horrores fue dirigido, durante 30 años, por el hermano del Papa emérito Benedicto XVI, Georg Ratzinger.

La investigación se extendió de 1945 hasta 1992, mientras Ratzinger encabezó al Regensburger Domsplatzen entre 1963 y 1993.

El escándalo puso en el punto de mira a Müller, quien fue justamente arzobispo de Ratisbona entre 2002 y 2012, antes de asumir las riendas de la Doctrina de la Fe, el organismo vaticano responsable de los procesos eclesiásticos por abusos sexuales contra menores.

El purpurado debió salir a aclarar que él fue responsable de iniciar la investigación y que Georg Ratzinger no tuvo nada que ver. Aunque el estudio desligó a Ratzinger de los abusos sexuales, la crisis tuvo un efecto mediático devastador.

El verano vaticano se volvió a calentar más tarde con el anuncio de un juicio por supuesto desvío de recursos contra dos exfuncionarios del hospital pediátrico del Papa, el “Bambino Gesù” (Niño Jesús).

Giuseppe Profiti y Massimo Spina, quienes fungieron respectivamente como presidente y tesorero de la fundación gestora de esa institución sanitaria, son acusados de desviar 422 mil euros (unos 493 mil dólares) para pagar la remodelación de un departamento dentro del Vaticano, residencia del cardenal Tarcisio Bertone.

Ambos personajes comparecieron ante el tribunal civil vaticano el 18 de julio, y su proceso desempolvó las crisis de los escándalos “vatileaks” 1 y 2, que concluyeron con sendos juicios y condenas a reclusión contra un mayordomo y un clérigo, colaboradores cercanos de los Papas Benedicto y Francisco, por robo de documentos confidenciales.

Si bien las próximas audiencias del proceso fueron convocadas para septiembre próximo, en coincidencia con el viaje del Papa a Colombia, la atención sobre este y los otros escándalos se mantendrá pese al "infernal" verano romano.

Fuente: Notimex