Tras una larga batalla de enfermos terminales adultos, fue aceptada en junio de 2016 para aliviar su sufrimiento. No aplica a niños ni a enfermos mentales ni a quien padezca una condición curable.
Para prevenir el “turismo por suicidio” sólo se aplica a residentes canadienses que tengan su tarjeta de salud.
La ley prevé que no puede haber arreglos previos para una futura eutanasia, como por ejemplo en los casos de demencia o Alzheimer. También incluye rígidos marcos legales para prevenir su abuso y hacer que el paciente esté debidamente informado.
El consentimiento debe ser expresado, no implícito, incluso reiterado al momento de iniciar la intervención médica. El consentimiento puede ser revocado en cualquier momento y de cualquier forma. No existe ninguna consecuencia negativa por el “arrepentimiento” y no hay límite de las veces que pueda solicitarse.
La eutanasia se aplica a los enfermos solicitantes con padecimientos dolorosos e incurables. La petición debe hacerse por escrito al menos diez días antes de la fecha de “término” y aceptando que será ante la presencia de dos testigos independientes, quienes confirmarán que no hubo ningún tipo de coerción.
Posteriormente, viene la aprobación de dos médicos, quienes deben confirmar la condición médica del paciente, es decir que no tiene cura y que está en una avanzada fase de sufrimiento.
Anteriormente, la muerte asistida estaba tipificada en el Código Criminal como “homicidio culposo”.
En junio de 2005 Quebec se convirtió en la primera provincia canadiense cuya legislatura aprobó el derecho a morir. El gobierno federal conservador buscó frenar esta medida, pero en diciembre de 2015 la Corte de Apelaciones de Quebec determinó que la decisión estaría en manos de la Suprema Corte.
El caso de un paciente gravemente enfermo y con sufrimiento llegó a la Suprema Corte, la cual dictaminó en 2015 que los adultos con una condición médica irremediable y grave tenían el derecho a una muerte asistida.
La Corte le dio al Parlamento Federal 12 meses para debatir y legislar al respecto. Mientras tanto, las cortes de cada provincia podrían aprobar solicitudes de eutanasia.
Durante estos meses de debate la jerarquía católica rechazó rotundamente la eutanasia diciendo que “matar no es una medicina”.
El 17 de junio de 2016 se aprobó en el Parlamento Federal el decreto C-14 para legislar y regular la muerte asistida.
La Asociación de Libertades Civiles de Columbia Británica (BCCLA, en inglés) demanda que se permita este derecho a los enfermos con discapacidades de largo plazo y a aquellos con enfermedades “curables” pero cuyos tratamientos son complicados y no resultan una verdadera opción.
Para la BCCLA estas condiciones médicas podrían ser aceptadas dentro del término legal de enfermedad “grave e irremediable”.
La tasa de mortalidad en Canadá es de 8.5 por cada mil habitantes. Cada año mueren por diversas causas cerca de 280 mil personas de las cuales algunas lo hicieron mediante la muerte asistida médicamente (MAID, en inglés), según el doctor David Amies, de la Asociación Muriendo con Dignidad en Canadá.
En Ontario 338 enfermos han puesto fin a su sufrimiento por una enfermedad incurable gracias a la eutanasia. De ellos, 26 que murieron por inyección letal, pudieron donar algunos de sus órganos, como ojos, piel, válvulas del corazón, huesos y tendones.
A casi un año de su legalización y después de haber impulsado y aplicado la eutanasia, algunos doctores han pedido que se les retire de la lista de médicos que la aplican arguyendo razones emocionales.
En Ontario, en los últimos meses 24 doctores han pedido que se les retire de la lista permanentemente, mientras que otros 30 han puesto sus nombres en “suspensión temporal”.
La Asociación Médica Canadiense asegura que hay doctores que la siguen practicando convencidos de que están “aliviando un dolor, un sufrimiento”, aunque reconoce que hay médicos que después de una experiencia como ésta se han retirado de practicarla pues señalan que “es algo abrumador”.
El doctor James Downar, de Toronto, quien considera que la eutanasia no es algo con lo que se sienta confortable, informó que hasta ahora ha habido dificultades para encontrar el medicamento adecuado y quien lo aplique.
Además, agregó que es complicado completar el papeleo, enfrentar críticas de colegas, encontrar hospitales que estén de acuerdo en albergar el proceso de terminación de una vida y que hay confusión respecto a quién realmente califica para la eutanasia.
Una parte que causó controversia durante la aprobación de la eutanasia fue donde dice que el médico debe comprobar que la muerte del paciente es “razonablemente previsible”, lo cual muchos expertos consideraron ambiguo. “Esas palabras no aparecen en ningún texto médico”, señaló el doctor de Vancouver Jonathan Reggler.
El mes pasado en Montreal una mujer de 60 años enferma de Alzheimer solicitó la eutanasia pero le fue rechazada. Su esposo ahora enfrenta cargos de asesinato en segundo grado por la muerte de su esposa.
En febrero pasado en Ontario había 137 médicos registrados en la lista de proveedores de este servicio.
Aunque legal, la práctica de la eutanasia en Canadá sigue enfrentando retos, pues se pide que haya mayor apertura a los criterios de elegibilidad, mientras que los médicos que la aplican se enfrentan a críticas que inhiben su deseo de ayudar a los enfermos terminales para acabar con su intenso sufrimiento.