Rogelio Sosa Pérez, asesor de jóvenes científicos

Rogelio Sosa Pérez ha asesorado a un gran número de niños y jóvenes que desean convertirse algún día en grandes científicos. La comunidad científica dedicada al asesoramiento de niños destacados lo considera garantía de éxito, pues sus alumnos logran siempre los primeros lugares en competencias nacionales e internaciones.

La clave, señala el doctor Sosa Pérez, no se encuentra en él, sino en el empeño de los estudiantes que reciben su asesoría.

La mente y capacidad de los niños, indica, es diamante en bruto que hay que pulir y pulir. Es importante, menciona, detectar qué es lo que les gusta y apasiona para conducirlos en esa área de estudio. Solo así se garantizará la entrega y disciplina del alumno al proyecto científico que desarrollarán en conjunto.

Sosa Pérez es uno de los pioneros del programa de Apoyo a Sobresalientes en el Estado de Sinaloa (Grupo ASES), que actualmente integra a cerca de 300 niños y jóvenes destacados. Como asesor, acompaña a los alumnos en el desarrollo de proyectos científicos, mismos que son presentados en ferias nacionales e internacionales.

La directora del Centro de Ciencias de Sinaloa (CCS), Rocío Labastida Gómez de la Torre, señaló que el programa se abrió hace nueve años y actualmente los integrantes ganan 90.4 por ciento de los concursos en los que participan.

Formador de investigadores

El doctor Rogelio Sosa Pérez cuenta con una amplia trayectoria de asesoramiento a estudiantes: tres décadas. Antes de ingresar al Centro de Ciencias de Sinaloa, asesoró al menos 40 tesis de nivel licenciatura en la Facultad de Agronomía de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), en las áreas de fitotecnia y suelos.

Posteriormente, fue también docente fundador de la Facultad de Biología de la UAS, donde acompañó en asesoría a un gran número de jóvenes. Actualmente le resulta difícil recordar el número exacto de niños y jóvenes a quienes ha asesorado, pues entre proyectos, tesis, cursos y cátedras, el número, señala, es grande.

A punto de jubilarse de la UAS, recibió la invitación para sumarse a una nueva área del CCS, la de Investigación y Desarrollo, creada por el entonces director de dicho centro, el doctor Fausto Burgueño Lomelí.

“Me integré en 1993. Jorge Gastélum Escalante era el director de Investigación y Desarrollo. Él fue mi alumno en la Facultad de Agronomía. Buscaban consolidar esta área y mi perfil era acorde con las necesidades de áreas naturales, medio ambiente y ecología. Después se le dio un enfoque: biotecnología para un desarrollo agrícola sustentable, le llamamos BIDA”, recuerda.

El enfoque del doctor Sosa Pérez sería el de microbiología, debido a sus estudios de posgrado en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), específicamente en biotecnología agrícola, con el trabajo en microorganismos potenciadores del desarrollo de las plantas.

Algunos proyectos

Entre las primeras asesorías que recogerían frutos a nivel internacional se encuentra el caso de la jovencita Diana Laura Barraza Villarreal, quien apenas cursaba el sexto grado de primaria cuando comenzó el proyecto Lucha biológica entre Bacillus subtilis contra Fusarium oxysporum ciceris (agente causal de la rabia) del garbanzo. Con el proyecto, el doctor Sosa Pérez y su estudiante destacaban la necesidad de mejorar el método de producción de ese producto, puesto que es comercializado por Sinaloa a nivel mundial.

El proyecto llevó al docente y su alumna a concursar en Bratislava, Eslovaquia, en la ExpoCiencias Internacional 2011, donde recibió elogios de expertos de talla internacional.

“Ella fue de las primeras que representó a nuestro país con el tema de los microorganismos ligados al desarrollo del garbanzo, ya sea protección o favoreciendo la nutrición de las plantas”, destacó Sosa Pérez.

Cachaza

Otro caso de éxito es el del estudiante César Landeros, quien recientemente obtuvo el segundo lugar en la Olimpiada Internacional de Proyectos Científicos en Turquía, con el proyecto que durante cinco años trabajó, asesorado por diversos expertos, principalmente por el doctor Sosa Pérez. Se trata de Lombricachaza, alternativa orgánica para fertilización de suelo.

César Landeros.“César Landeros entró desde preparatoria. Comenzamos con el proyecto de la cachaza, que posteriormente evolucionaría a lombricachaza”, señaló el asesor.

El proyecto comenzó hace poco más de cinco años. Buscaba reducir los niveles de contaminación del suelo en la comunidad de Eldorado, sindicatura de Culiacán. En sus inicios, el proyecto consistía en el trabajo con la cachaza, un derivado del aprovechamiento industrial de la caña de azúcar, considerado un desecho para los ingenieros azucareros. Este fue utilizado como fertilizante orgánico.

El proyecto evolucionó a lo que llamaron lombricachaza, que es una composta de lombriz de la cachaza. Consiste en hacer harina de la lombriz roja californiana (Eisenia foetida), que se usa para la producción de la composta. Esta resultó rica en proteínas, con la misma cantidad de proteína que la soya, y puede adicionarse a productos con altos contenidos calóricos, como los panes, la repostería, entre otros.

Desde sus inicios, el proyecto del doctor Sosa Pérez y del estudiante César Landeros fue presentado en múltiples ferias de ciencias nacionales e internacionales, obteniendo siempre los primeros lugares.

Plástico biodegradable

Otra jovencita, asesorada por el doctor Rogelio Sosa Pérez, es Nahomi Solís Angulo, quien en octubre pasado obtuvo el primer lugar en la Feria Mostratec, la más grande de Latinoamérica, que se realizó en Novo Hamburgo, Brasil.

El proyecto de Nahomi cuenta con la asesoría de los doctores Rogelio Sosa Pérez y Nydia Berrelleza. Consiste en la elaboración de un plástico biodegradable a base de cáscara de papa, como alternativa al uso de los plásticos convencionales. Es decir, utiliza un desecho para producir un producto que sirva como alternativa para reducir el impacto que tiene el plástico en el medio ambiente.

Nahomi Solís Angulo.El plástico que propusieron los expertos y la estudiante tarda aproximadamente seis días en biodegradarse un gramo del plástico, y no miles de años como ocurre con el plástico convencional.

“Yo creo que de alguna u otra manera le crean fama a uno (sonríe). Los alumnos llegan con inquietudes, algunas se salen de las posibilidades. Lo que hago es aterrizarlos, los llevo a que pongan los pies en la tierra y que aprendan qué es lo que se puede hacer”, comentó el experto.

La mayoría de los proyectos tiene que ver con selección de microorganismos para protección vegetal, particularmente en bacterias como Pseudomonas y Bacillus, por ello requiere la asesoría del experto.

“A todos les pregunto qué es lo que quieren hacer. Les digo que hagan lo que les gusta y que traten de hacerlo bien. Eso les puede ayudar mucho en el futuro. Les digo que buscar solución a los problemas es algo que se aplica a todo. Al problema además, hay que darle un planteamiento correcto”, dijo.

Gratificaciones

Para el científico, las gratificaciones no son económicas. En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, señaló que las llamadas para un pase a una competencia nacional o internacional o los gritos eufóricos de sus estudiantes son la principal satisfacción.

“Un momento que me gustó mucho es que, un día, cuando me encontraba haciendo mis estudios de posgrado, llegaron exalumnos de la Facultad de Agronomía, de la asignatura de clasificación de suelos de la República Mexicana. Me comentaron que iban a concursar por plazas en el Centro de Estudios del Territorio Nacional (Cetenal), pero había aspirantes de todo el país, solo se concursaban cuatro plazas, y ellos quedaron. Me dijeron: '¡Ganamos!' Bromeé con ellos, les dije: 'Claro, yo les di clases'. Fue un momento muy emotivo. Obviamente es un trabajo de todos los académicos”.

 

Fuente: Conacyt