Eje en el pasado de los ciclos agrícolas, del esplendor de las ciudades mayas, de la relación simbiótica entre astros y dioses, la práctica de la astronomía maya actual entabla una férrea batalla contra la tecnología que impide al hombre moderno ver a la bóveda celeste.
Para el arqueólogo e investigador del INAH, José Huchim Herrera, “cuando hablamos de los conocimientos astronómico mayas, tenemos que pensar en toda la integración de la naturaleza, de los astros que regulan la vida cotidiana de los mayas; tenía que ver con la vida ordinaria, con el calendario, con los procesos de cultivo del maíz”.
La astronomía para los mayas, agregó, tenía que ver con la época de plantar, de cosechar, el momento adecuado de preparar la semilla, aspectos que se han perdido aunque no en su totalidad, pero languidece.
En nuestros días aún existe gente que conserva la tradición de cortar los árboles durante la época de luna llena, que mira a la luna para saber cuándo es la época adecuada de plantar o injertar.
Huchim Herrera, actual titular de las tareas de investigación, conservación y rescate de la región maya del Puuc, refirió que muchos de estos procesos de cultivo asociados al movimiento de los astros se deben a la modernización de las prácticas de siembra: la mecanización de suelos y la implementación de sistemas de riego.
Recordó que en la zona suroeste del estado aún existe una comunidad donde su vida agrícola se rige por un fenómeno astronómico: la presencia en el firmamento de la lluvia de estrellas conocida como Pléyades.
Durante el mes de junio, a la llegada del solsticio de verano, la población va en busca de iguanas y culebras que meten en cántaros y el día 22, a las 4:00 horas, cuando las Pléyades están en su máxima declinación, se rompen los cántaros y los animales salen anunciando la benevolencia de los dioses para con los cultivos.
Sin embargo, para la mayor parte de los jóvenes, la astronomía maya, caracterizada por la observación metódica y sistemática que se inculcaba en la familia, se limita al esfuerzo de algunas asociaciones por promoverla.
La tradición de observar los astros y su relación con el conocimiento cotidiano era algo que fomentaban los abuelos, eran ellos los que integraban el conocimiento tradicional de la comunidad, los que enseñaban su asociación con la agricultura.
“Es la modernidad que va cambiando las cosas. Hoy hay energía eléctrica que ahora no nos permite ver los astros. Antes los abuelos se reunían en la esquina y platicaban con los jóvenes de ello, transmitían ese conocimiento y de él generaban cuentos, leyendas, y de esta forma se reafirmaba”.
Hoy la televisión, el Internet, la tecnología han sustituido ese conocimiento, es la modernidad y ahora tenemos que multiplicar el esfuerzo para poder continuar la perpetuación de la cultura y el conocimiento.
Por su parte, el astrónomo y matemático, Eddie Salazar Gamboa, consideró que con la eliminación de la enseñanza de la cosmografía, la astronomía sufrió un retroceso en el interés de las nuevas generaciones por conocer el cosmos.
Lo vemos, dijo, “con conceptos tan simples, pues mucha gente confunde términos como astrología y astronomía, lo que podemos decir es que hasta se ha vulgarizado esta ciencia”.
Para quien descubriera “la partición” por la mitad de la pirámide de El Castillo en Chichén Itzá –fenómeno de luz y sombra-, la falta de cultura astronómica está íntimamente ligada a la modificación de planes de estudio que han eliminado el interés por la ciencia y la observación de los astros.
Destacó que las escuelas fueron durante mucho tiempo sitios idóneos para la creación de clubes astronómicos, donde los techos de las aulas se convertían en observatorios, además, era muy común que grupos de aficionados a la astronomía visitaran poblaciones rurales, una de las razones por las cuales el conocimiento era generalizado.
“Ahora vemos que con la tecnología muchos niños se han convertido en teóricos de la astronomía, pero es más lamentable que esta práctica haya permeado en los propios astrónomos, es decir, no existe interés por observar a los astros”, dijo.
Es una paradoja, porque ahora es mucho más fácil adquirir un telescopio, pero también resulta difícil para muchos observar la bóveda celeste desde las ciudades, dado que la contaminación visual también ha aumentado, refirió.