El interés por las surrealistas dispara aún más los precios de Frida Kahlo

El interés por la obra y la vida de la mexicana Frida Kahlo no han parado de crecer en los últimos años, lo que unido a la revalorización de las mujeres artistas del siglo XX y la cada vez mayor atención hacia el arte surrealista latinoamericano han ayudado a convertirla en la autora más cotizada de esa región.

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Imagen de archivo de "Diego y yo" de Frida Kahlo. EFE/EPA/ANDY RAIN/Archivo

"Es una combinación de factores, es como la tormenta perfecta" señalaba a Efe el pasado septiembre la directora de Arte Latinoamericano de Sotheby's, Anna di Stasi, cuando se anunció la próxima subasta del autorretrato de reducidas dimensiones "Diego y yo".

El empresario argentino Eduardo Constantini fue su comprador por 34.9 millones de dólares (30.8 millones de euros), una cantidad con la que precisamente Kahlo desbanca a Rivera, su marido, que era el latinoamericano más cotizado por la venta en Christie's en 2018 de "Los Rivales" por 9.7 millones de dólares (algo más de 8.5 millones de euros).

La "tormenta perfecta" que señalaba Di Stasi tiene que ver al menos con dos tendencias que han venido a confluir en una Frida Kahlo ya reconocida y consagrada: una demanda cada vez mayor de arte moderno y contemporáneo latinoamericano y un gusto creciente del mercado por las obras de pintoras modernistas y surrealistas.

Se trataba además, como remarca en declaraciones a Efe la directora del departamento de arte de posguerra y contemporáneo en Christie's España, Beatriz Ordovas, una de las "poquísimas obras de esa calidad de Frida Kahlo que podían salir de México", donde la gran parte de la obra de la pintora está protegida aunque se encuentre en manos privadas.

La obra de la española Remedios Varo, que acabó desarrollando su carrera en México, la inglesa también nacionalizada mexicana Leonora Carrington o la argentina Leonor Fini no fueron parte de las vanguardias europeas que durante el siglo XX dominaron las subastas, pero ahora, capitaneadas por Kahlo, están adquiriendo cada vez más relevancia.

Por ejemplo, un cuadro de Varo, "Armonía", rompió el anterior récord de la artista al ser subastado por 6.2 millones de dólares (casi 5.5 millones de euros) en una subasta a distancia por la pandemia de Covid en julio de 2020. Fue además el segundo más caro para una artista latinoamericana hasta la fecha, tras uno de 8 millones de dólares (7 millones de euros) subastado en 2016 de Frida Kahlo.

Maruja Mallo, española exiliada a Chile y Argentina, es otra pintora surrealista que se está recuperando, como demuestra la reciente publicación de su catálogo razonado -un libro que define el corpus de su obra pictórica- en el Museo Reina Sofía de Madrid, integrado por 147 cuadros y 40 bocetos, algunos de ellos nuevas incorporaciones.

Para Beatriz Ordovas, en los últimos años se está revisando con más cuidado la obra de mujeres artistas a las que en su momento se dio menos importancia, aunque eso no implica, advierte, que por ser mujer la autora el cuadro ahora vaya a ser bueno "per se".

"Pero se les está poniendo en su contexto, se les ha vuelto a mirar", dice, destacando otros ejemplos como la expresionista abstracta Helen Frankenthaler, "una artista que no tenía representación y ahora ha empezado a alcanzar precios increíbles", o Lee Krasner, casada (y eclipsada hasta hace poco) por Pollock. Recuerda también el interés renovado por la cubana Carmen Herrera, de 106 años.

Sotheby's introdujo por primera vez el trabajo de importantes artistas latinoamericanos en sus ventas modernas y contemporáneas hace muy poco tiempo, en 2017, según recoge la publicación estadounidense Art News, para quien esta decisión respondía al interés creciente de los compradores por artistas más "marginales".

La última vez que salió a subasta, en 1990, el autorretrato ahora subastado ya marcó un hito al venderse por 1.4 millones de dólares (1.23 millones de euros), lo que supuso la primera vez que se superó en una puja el millón de dólares por una obra de un artista latinoamericano.

"Diego y yo" simboliza la tempestuosa relación entre Kahlo y Diego Rivera, que aparece dibujado sobre la frente de la mexicana y que a su vez tiene un tercer ojo, un elemento con el que trata de representar la continua presencia de su marido en su mente.