La dimensión espiritual del arte, los iconos, se expone en Bruselas

Una fotografía retocada con pintura que recuerda a las vírgenes dolorosas más andaluzas, delante de la escultura hiperrealista de un limpiacristales afroamericano, abren la muestra “Icons”, una exposición en Bruselas sobre la trascendencia espiritual del arte a lo largo de los siglos.

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Comisariada por el que fuera director del Museo de Orsay (1994-2001) y después presidente-director del Louvre (2001-2013) Henri Loyrette, la exhibición coral de la Fundación Boghossian se puede visitar hasta el próximo 24 de octubre en la Ville Empain de Bruselas.

La tradición atribuye el primer icono al evangelista San Lucas, quien se dice que, después de Pentecostés, pintó tres representaciones de la Virgen María, una escena que se convirtió en un tema recurrente del arte y la iconografía cristiana hasta nuestros días.

Desde entonces, dos mil años y una historia artística milenaria muy fructífera después, el mundo en general y el arte en particular no han parado de recurrir iconos, no solo como fuente de inspiración, sino también como vía de acercamiento a lo divino.

Y es precisamente esa definición, esa relación existente entre lo artístico y lo espiritual desde la Antigüedad hasta nuestros días, lo que pretende mostrar “Icons”.

Lo curioso es que detrás del icono de la exposición, “La Madone au cœur blessé” de los conocidos artistas franceses Pierre et Gilles, se coloca una obra que poco tiene que ver con el componente espiritual o religioso del arte: un limpiacristales afroamericano con la camisa abierta que saluda al visitante, con su pértiga en la mano, tan realista que parece que acaba de terminar de limpiar la gran cristalera tras su espalda.

Se trata de una escultura hiperrealista del artista norteamericano Duane Hanson, quien acostumbraba a realizar obras de este tipo, provocativamente realistas, con un claro componente crítico y con intención de representar a personas que llevan una vida de "silenciosa desesperación", como explicó él mismo en vida.

"Aquí vemos a alguien que nunca veríamos en la realidad", explica a Efe Caroline Schuermans, jefa de comunicación de la Fundación Boghossian.

Según ella, el estar expuesto en museos, devuelve al limpiacristales su dignidad: "está aquí, en el centro de la galería, eso abruma al visitante", dice.

A uno de los lados de este "icono" de la dignidad, única figura tridimensional de la muestra, aparece un monumental retrato de Deng Xiaoping, expresidente chino, de su compatriota Yan Pei-Ming, quien creó este "icono" político específicamente para la exposición, eligiendo incluso el muro del que quería que colgara su obra.

En la estancia opuesta, cuelga el primer icono (casi) "religioso" de la exposición: la serie "Sin título", del artista belga Wim Delvoye, compuesta por varias escenas del videoclip "Blurred lines", de Pharrel Williams, a los que Delvoye aplica cubiertas de iconos plateados y finamente trabajados, con clara alusión a las típicas imágenes del cristianismo ortodoxo.

DIÁLOGOS ENTRE ICONOS OCCIDENTALES Y ORIENTALES

Precisamente, esos iconos ortodoxos son los protagonistas de otra parte de la exposición. Provenientes en su mayoría de Rusia, entre ellos destacan un "Mandylion", la versión ortodoxa del icono de la santa faz católica, una Santa Catalina de Alejandría o una obra única que representa a cinco santos ortodoxos, entre otras antiquísimas piezas.

Tal y como explica Schuermans, la Fundación Boghossian tiene como principal objetivo servir de diálogo entre las culturas occidentales (mostradas al comienzo y al final de la muestra) y orientales, por lo que la intención de "Icons" es reflejar dicho propósito.

En esta sección de la exposición, el visitante puede descubrir de primera mano que aquella serie de obras de Delvoye que observó al comienzo de la exposición tienen como clara inspiración el habitual recargo en dorado y plata de los iconos religiosos ortodoxos, lo que confirma la intención del comisario de hacer de la exposición un "encuentro" entre Oriente y Occidente.

La muestra se completa con una parte dedicada a la iconografía religiosa del siglo XIX y XX, con obras de Charles Filiger, Lucien Levy-Dhurmer e incluso Andy Warhol, entre otros, donde el arte figurativo deja paso al moderno y abstracto para seguir plasmando los mismos iconos, aunque de distinta forma, para así demostrar, como defiende Loyrette, que el icono "sigue vivo como antaño, rehén de los repintes exigidos por la devoción de los fieles".