Las emociones barrocas llegan a Ámsterdam de la mano de Caravaggio y Bernini

La pintura de Caravaggio y la escultura de Bernini hicieron temblar a la eterna ciudad de Roma con un nuevo lenguaje artístico, que prescindió de la elegancia e incitó a abrazar las emociones con una generación de artistas barrocos que llega este viernes al Rijksmuseum de Ámsterdam en una exposición internacional.

Esta muestra deja claro que el barroco es de todo menos aburrido: escenas llenas de drama y expresiones realistas, grandes efectos de luz y oscuridad, decapitaciones con historias bíblicas, esculturas impresionantes y, sobre todo, un lenguaje artístico con efectos teatrales que evoca emociones y transporta al espectador al siglo XVII.

Un objetivo importante de la revolución artística barroca fue conseguir adeptos para la Iglesia Católica Romana y dos personajes fueron claves para tal tarea: el pintor Caravaggio (1571-1610) y el escultor Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), según explicó Taco Dibbits, director del Rijksmuseum, durante la presentación de la exposición que acogerá la pinacoteca hasta el 7 de junio.

Siguiendo el ejemplo, durante las primeras décadas del siglo XVII, toda una generación de artistas sacudió a Roma con pinturas e imágenes vivas que rompían con todas las normas de elegancia que se habían seguido hasta entonces, apostando por la exaltación de las emociones que surgen de una visión real y dramática de la vida.

"Bernini empezó cuando Caravaggio acababa de morir, ¿por qué los ponemos a los dos juntos? Porque Caravaggio influyó profundamente en Bernini. Caravaggio creó un nuevo lenguaje y Bernini lo tradujo en piedras, en esculturas, lo que es enormemente complicado porque hay que hacer que las piedras se muevan, para que nosotros nos movamos con ellas", subraya Dibbits.

Más de setenta obras maestras -pintura, escultura y arquitectura- del barroco decoran el ala Philips del Rijksmuseum, repasando la huella que esas ideas nacidas en Roma dejaron por todas las corrientes artísticas de Europa, desde "Chico mordido por una lagartija" (Caravaggio), pasando por el "Busto de Medusa" (Bernini), hasta los movimientos de colores intensos de Giovanni Baglione y Tanzio da Varallo.

Tampoco faltan prestamos españoles, como el lienzo de 119 x 142 de Orazio Borgianni (1574-1616), que refleja cómo "David decapita a Goliat", pieza pintada después del regreso del artista a su Roma natal tras una larga estancia en España. El cuadro pertenece al Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

También se expone "David con la cabeza de Goliat y dos soldados", una pintura dramática de alrededor de 1622, elaborada por Valentin de Boulogne (1591-1632) y la escultura "San Sebastián" (Roma, 1617) de Bernini, ambas propiedades del Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid).

El Museo Nacional del Prado de Madrid también ha hecho su aportación a esta exposición con la escultura "Seneca", de Giuliano Finelli (1601-1653), una pieza atribuida al artista después de una investigación en 2015.

El comisario del Rijksmuseum, Frits Scholten, puso en orden pinturas y esculturas para evocar el mismo sentido y mensaje que trató de dar al arte barroco la generación del XVII; así colocó las obras por temáticas como el amor, la piedad y el humor, que, ironiza, también hubo entre tanto drama.

"Hicieron reaccionar a las personas estimulando las emociones. Visibilizaron el horror con, por ejemplo, una decapitación, que ocurre en muchas historias bíblicas. O un retrato muy realista, que muestra a personas mirando hacia arriba o tratando de hablar, pequeños trucos que hacen conectar con el arte", detalla.

En el cuadro "Narciso", de Caravaggio, se muestra a un niño que mira en el agua y se enamora de la imagen que ve, pero que luego se sorprende al darse cuenta de que es su propio reflejo, algo que, para Scholten, era primordial en el arte barroco, pues los artistas trataban de "hacer pensar y asombrar" a quien mira sobre sí mismos.

Estas obras, tan ligadas a la religión católica, se muestran a partir de este viernes en la capital de un país tan protestante por aquella época que logró frenar toda relación e influencia del arte barroco, un lenguaje que sí aterrizó en la vecina Bélgica.