Los andamios perpetuos de Bruselas

No es fácil que unos andamios se instalen en el imaginario colectivo de una nación. Pero Bélgica lo ha conseguido. Los hierros que sujetan el Palacio de Justicia de Bruselas pertenecen ya a la historia del país, tanto como los solemnes muros a los que están anclados desde hace cuatro décadas.

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Los belgas menores de 40 años no recuerdan haber visto desnudas las fachadas del templo judicial de la capital del reino, y no saben si lo contemplarán restaurado antes de morir. Suponiendo que no hubiera más demoras, se habla de 2040 para acabar la renovación.

La estrella de la reforma es el andamiaje: 18,000 metros cuadrados que cubren la fachada y llegan hasta la cúpula, a 142 metros. Los primeros hierros debían desaparecer en 2023, pero ahora parece que hay que reemplazar el 15 % de las piedras de la estructura -unos 400 metros cúbicos- y se quedarán hasta 2025.

El resto del entramado metálico seguirá adherido hasta 2030 al coloso de 26.000 metros cuadrados de superficie en planta erigido en 1883 como tributo a la razón y la justicia tras el nacimiento del Estado belga en 1830, al calor de las revoluciones liberales del siglo XIX.

"A veces me pregunto, exagerando un poco, si el problema (...) no será que fue construido por gigantes y heredado por enanos", escribía esta semana en el diario "La Libre Belgique" Jean de Codt, alto magistrado belga e incansable defensor de la joya arquitectónica del arquitecto Joseph Poelaert.

UN EDIFICIO SINGULAR

El Palacio de Justicia de Bruselas se mandó edificar en 1860, durante el reinado de Leopoldo I, sobre una colina en la que antiguamente se colgaba a los criminales y donde el médico renacentista Andrés Vesalio robaba cadáveres para estudiar anatomía.

Se levantó entre 1866 y 1883 y Poelaert, que falleció antes de que acabaran las obras, diseñó un edifico más grande que la catedral de Bruselas para que la razón ocupara más espacio que la fe.

A finales del siglo XIX, la joven Bélgica se había constituido como cuarta economía del mundo -sólo por detrás de Estados Unidos, Alemania e Inglaterra- y el Palacio de Justicia era un poderoso símbolo de la nueva y pujante nación.

Terminó siendo el edificio más grande del planeta, por delante del Vaticano y de la basílica de San Pedro de Roma. Y mantuvo el récord hasta 1965, cuando fue superado por el Edificio de Ensamblaje de Vehículos de la NASA en Miami, rebasado años después por la fábrica de Boeing en Everett, también en Estados Unidos.

La majestuosidad exterior del edificio, en el que se inspira el Palacio de Justicia de Lima, se reproduce también tras el pórtico de entrada de 24 metros de altura.

Esculturas grandilocuentes y dos grandes puertas de bronce custodian una selva de mármol y granito con interminables columnas, pasillos, escondrijos y escaleras en una faraónica construcción con 1,530 puertas y 1,513 ventanas.

LA ETERNA RENOVACIÓN

Pero apenas un siglo después de su construcción, el edificio se encontraba en un estado ruinoso. En 1984 arrancó una renovación que perseguía restaurar la base de la cúpula y la fachada principal y en 1987 aparecieron los célebres andamios.

En 2005 se añadió más andamiaje, cuatro años después hubo que cambiar algunos de los hierros y en 2010 se convocó un concurso para recabar ideas sobre cómo rematar la faena.

Surgieron planteamientos como instalar una montaña rusa alrededor de la cúpula, decorar el edificio con jardines colgantes o demoler el palacio y remodelar la zona, todas ellas descartadas.

Hasta que en 2021, el Gobierno federal anunció un plan de 87 millones de euros para completar la restauración de las fachadas y de la cúpula en 2030, coincidiendo con el bicentenario del país.

La restauración completa, incluido el interior, se extenderá al menos hasta 2040. El Estado belga tendrá entonces 210 años de historia desde su creación en 1830, de los que 56 los habrá cumplido con el Palacio de Justicia sumergido en su sosegada reforma.

Si se le suman los 17 años que tardó en construirse y otros 3 más de una reparación después de que los nazis incendiaran la cúpula en 1944, el emblemático templo judicial habrá pasado el 36 % de su existencia en obras.

Pese a sus sólidos números de longevidad, distará aún mucho de las construcciones que más se han demorado en Europa, como los 577 años de la catedral de Milán, los 600 años de la Alhambra de Granada, los 632 años de la catedral de Colonia o los 140 años que lleva naciendo la inacabada Sagrada Familia de Barcelona.