Rebuscar en la historia de nómadas y mercaderes somalís

Somalia ha sido tierra de paz hasta el último siglo. Bajo la arena del desierto y las montañas se esconden piezas de una historia muy rica que habla de comercio global, de sociedades preislámicas y de un pueblo nómada que históricamente ha hecho complicada la formación de un Estado como tal.

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Las piezas de esta historia han quedado sepultadas con los años, pero la Misión Arqueológica en Somalilandia, liderada por expertos españoles, junto al Ministerio de Cultura de esta región autoproclamada independiente del norte de Somalia, tratan de recuperarlas desde hace seis años.

FARWESA, UNA CIUDAD ENTERRADA

En su última expedición, que acabó a finales del pasado febrero, sin que aún el coronavirus hubiese impactado con fuerza, trabajaron en Farwesa, una ciudad a unos 50 kilómetros de la costa, que fue hogar de ricos comerciantes y un bullicioso punto de comercio y conexión con el principal puerto marítimo de la región, el de Berbera.

"Todo el pueblo colapsó, por lo que no se puede ver desde la superficie", explica a Efe por teléfono el arqueólogo somalí Ahmed Jamac Dualeh. "Lo excavamos y hemos encontrado muchísimos artefactos, vasijas, cerámica, huesos de camello...", relata.

Farwesa se fundó hacia el siglo XIII y allí vivía una comunidad que controlaba una de las rutas caravaneras fundamentales que une Berbera con el interior de Etiopía.

"Lo que hemos encontrado ha sido una ciudad muy desarrollada, una de las más grandes de la Somalilandia medieval, con una arquitectura de piedra espectacular", relata por teléfono Alfredo González-Ruibal, el director de la misión del Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit), perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español.

Dentro de las casas, que pertenecían seguramente a los mercaderes, "han salido muchísimos objetos de importación, que vienen de todo el mundo, desde Yemen, que es lo que tenían más cerca, hasta Persia, la India, China o Japón", cuenta González-Ruibal.

Era un pueblo donde los nómadas y los comerciantes se juntaban para comprar bienes y ganado, y un punto clave de unión de todo el mundo, añade su compañero somalí.

SOCIEDADES MÁS DEMOCRÁTICAS

Farwesa quizás sea una excepción en una civilización de comunidades nómadas que han preferido vivir de esta forma a crear grandes estados.

Hace 2.000 años, los nómadas que habitaban lo que ahora es Somalilandia se relacionaban "de tú a tú" con los tres grandes imperios de la época: el Romano, el Parto (de la Península Arábiga) y el Indio.

Lo hicieron "de tú a tú", sin conseguir conquistar en ningún momento un territorio que ha sido nexo durante siglos entre África, la Península Arábiga y Asia, y donde las reglas occidentales de civilización no sirven: no triunfaron las ciudades, ni los imperios ni los Estados.

"Es un caso único, es la única sociedad de todo el sistema índico, desde Egipto a Japón, donde el formar parte de estas redes de comercio a larga distancia no dio lugar durante la mayor parte de su historia a ciudades", resalta González-Ruibal.

En 2.000 años, los somalilandeses han sido nómadas durante unos 1.500, y la movilidad siempre ha sido un problema para la concepción de Estado occidental.

"Los Estados siempre han tratado de evitar que sus ciudadanos se estén moviendo de un lado para otro porque es más difícil controlarlos", explica el arqueólogo del Incipit.

Y, además, este tipo de sociedades "tienen una tendencia a la democracia, a ser sociedades más igualitarias o, por lo menos, más anti-autoritarias", mientras que los Estados suelen tener estructuras jerárquicas y autoritarias.

UN PASADO ALEJADO DE TÓPICOS ACTUALES

Lejos de lo que se puede pensar y de los conflictos actuales entre clanes en Somalia, la historia somalí es un relato de paz.

Somalilandia "realmente ha tenido solo tres momentos de conflicto, que ha sido a mediados del siglo XVI (la guerra contra Etiopía), la resistencia anticolonial a principios del siglo XX y después la guerra civil de los años 80, pero no está mal para 2.000 (años)", subraya González-Ruibal.

La de Somalia, por su parte, es incluso más pacífica pues no tuvo antaño los conflictos con la vecina Etiopía y hasta que llegaron los portugueses en el siglo XVI "fue una zona pacífica", y lo volvió a ser hasta la II Guerra Mundial.

Comparado con casi cualquier país de Europa, en Somalia y Somalilandia ha habido mucha menos guerra.

Y si el conflicto es una de las características que se achacan a Somalia, la otra fácilmente podría ser la religión musulmana, ya que casi el total de la población la profesa en la actualidad.

El islamismo entró a Somalia más tarde que a otros países del este de África como Kenia o Tanzania, lejos de lo que se podría pensar, "lo cual es posible que tenga que ver nuevamente con ese aspecto nómada y resistente", añade el arqueólogo español.

En una de sus misiones, encontraron un santuario del siglo XIII o XIV en medio de las montañas que servía de peregrinación para nómadas de varios clanes, del que se conservan aún "kilómetros y kilómetros de avenidas rituales, flanqueadas por túmulos funerarios que van a dar a este lugar que es el santuario central donde hay tumba, espacios rituales, hacían sacrificios, etc.".

Es decir, una zona de peregrinación pagana cuando se supone que ya estaba avanzado el proceso de islamización en el país.

INTERÉS POR LA HISTORIA

Cuenta Dualeh que la primera vez que el equipo español apareció por Somalilandia, los vecinos pensaban que estaban buscando oro. Y en cierto modo lo buscaban, pero no para enriquecimiento personal, sino para el de toda la Humanidad.

Su esperanza es que en unos años el santuario en las montañas sea como la ciudad de Petra, en Jordania, donde centenares de miles de turistas de todo el mundo acuden cada año para contemplar sus pórticos, columnas, anfiteatros y tumbas. Y que Farwesa, quizás, sea como Pompeya.

De momento, el proyecto está parado porque no tiene la financiación necesaria, a la espera de que la única misión arqueológica internacional, la española, vuelva el año que viene si el coronavirus lo permite.

"La gente puede venir, no hay ningún problema en Somalilandia ahora mismo", asegura, muy seriamente, el arqueólogo somalí.