Roma exhibe los mosaicos que pusieron color a su Antigüedad

Roma expone desde hoy una gran colección de sus mosaicos menos conocidos, obras maestras de esta técnica con la que los antiguos romanos decoraban sus "domus" y sus templos, justo el día en el que gran parte de Italia empieza la reapertura.

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La muestra "Los colores de los romanos" podrá verse hasta el 15 de septiembre en la Centrale Montemartini, antigua central eléctrica de Roma convertida en la segunda sede de los Museos Capitolinos, donde los restos arqueológicos se mezclan con la maquinaria industrial.

Se trata de una amplia selección de los mosaicos menos conocidos por el público con la que Roma quiere atraer al visitante, justo cuando el país encara un proceso de aperturas en sectores como la cultura y la restauración tras meses de cierre por la pandemia.

La muestra está articulada en cuatro secciones: la primera expone la historia y la técnica del mosaico; la segunda aborda el lujo en los contextos domésticos de la antigua Roma; después se ahonda en su función sagrada y por último su uso en enterramientos y necrópolis.

Entre los restos expuestos pueden apreciarse la composición casi hiperrealista de un mural que reproduce el fondo marino, con peces, crustáceos y moluscos, datado en el siglo I a.C y hallado en el subsuelo romano en 1888.

Las diminutas teselas que han llegado a nuestros días dan fe de la cultura de aquellos romanos, de su gusto por la decoración y también de su conocida superchería, pues uno de los usos de estos grandes mosaicos era alejar la mala suerte o ganarse el favor de los dioses.

Uno de los capítulos más interesantes de la exposición es el dedicado a la conocida como Basílica Hilariana de Roma, colegio de sacerdotes de Cibeles y Atis y construida en el siglo I d.C con la donación de Manius Poblicius Hilarus, un rico comerciante de perlas.

El edificio, excavado en la colina romana del Celio en 1889, tenía mosaicos extraordinariamente conservados hasta la actualidad, como uno en el que puede leerse: "Que los dioses sean propicios a quienes entran aquí".

Era un mensaje para los fieles y peregrinos que acudían a la basílica, cuya entrada estaba decorada a su vez con otro gran mosaico en el que aparece un ojo atravesado por una flecha, un modo de espantar los malos augurios.

Tal era la superstición de los antiguos romanos, perceptible incluso en sus herederos, los actuales moradores de la ciudad, que en la base de la puerta de la basílica se tallaron dos plantas de pies, una entrando y otra saliendo del edificio, modo en el que se deseaba larga vida al visitante.