Ser más diversa, el objetivo antirracista de la Ópera de París

Cerrada y con la casi totalidad de sus espectáculos anulados desde hace más de un año, la Ópera de París aprovecha este alto en el camino para renovarse y, para ello, una de las primeras tareas en la lista es poner fin a la incuestionable falta de diversidad étnica de sus obras y artistas.

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A partir de ahora, la Ópera integrará prácticas como la búsqueda de nuevos talentos que hasta ahora hayan podido sentirse excluidos, velará por jurados más sensibles a las cuestiones raciales y vetará definitivamente el recurso a actores pintados de negro y uniformes que blanqueen la piel.

A su llegada a París en 2020, el nuevo director de la Ópera, el alemán Alexander Neef, encargó al historiador Pap Ndiaye y a la secretaria general del Defensor del Pueblo, Constance Rivière, un informe sobre la situación de la diversidad racial en el seno de la institución.

El contexto era favorable. El asesinato a finales de mayo del año pasado de George Floyd en Estados Unidos dio un nuevo impulso al movimiento antirracista y llevó a muchas organizaciones a analizar sus propios comportamientos, como fue el caso de la Ópera Metropolitana de Nueva York, que ha iniciado un trabajo similar.

El informe de Ndiaye y Rivière hace un recorrido por la historia de la ópera, que en el caso de París tiene más de 300 años, analiza la situación de la institución francesa y lanza algunas propuestas que han sido ya recibidas por la dirección.

Los redactores emplean un tono formal y no se contentan de caer en el llamado "blackwashing", es decir, un lavado de imagen que mejore la reputación del centro.

"La idea es trabajar con los artistas del siglo XXI para un público del siglo XXI y dirigirnos a la mayor cantidad de público posible", asegura Neef, director de la Ópera parisina, en declaraciones a EFE.

Neef explica que este proceso tardará años en dar frutos pero sirve para crear un marco de actuación, reforzar ciertas iniciativas y validarlas desde la dirección.

Algunas de las recomendaciones del informe, como vetar el recurso a artistas blancos pintados de negro así como el uso de medias para "blanquear" la piel de las bailarinas, ya estaban en marcha desde 2015.

El exdirector del ballet de París, Benjamin Millepied, se atrevió a criticar públicamente en 2015 la que hasta hace poco ha sido la realidad en el medio y que está ya empezando a cambiar.

"He llegado a oír que (...) en un cuerpo de ballet todo el mundo debe ser igual, lo que equivale a decir que todo el mundo debe ser blanco", denunció entonces.

ADIÓS AL 'BLACKFACE' Y A LA LIMITACIÓN CREATIVA

Mirando al futuro, Ndiaye y Rivière proponen una labor de recuperación para poner en valor a artistas no-blancos de la historia de la ópera y crear salas especiales para proyectos más arriesgados con representaciones contemporáneas.

Para los redactores del informe, censurar el repertorio que hoy nos incomoda o nos resulta racista no sería la mejor opción. Proponen en cambio que se hagan exposiciones y conferencias sobre el racismo presente ellas.

En el siglo XVIII y XIX, la aparición de personajes racializados se refería únicamente a los llamados personajes exóticos.

"Aída", "Otello", "Madame Butterfly" o el ballet de La Bayardère, entre otros, han requerido a artistas no-blancos, pero en incontables casos la solución era usar a intérpretes blancos pintados para la ocasión.

Además de vetar este recurso históricamente liado a la burla de las personas de color y al veto a su intervención en los escenarios, consideran que se trata de una limitación creativa: un cantante blanco debería interpretar a Otello y una artista negra a Floria Tosca sin que nadie vea un problema en ello.

En las audiciones analizadas, "no nos ha parecido que la práctica del 'blackface' se deba a una necesidad artística ni que su abandono pueda herir la libertad creativa. Nos parece, al contrario, que su uso es a menudo una facilidad no reflexionada y su descarte permite abrir un nuevo campo de creación y libertad", apuntan.

Los redactores del informe se basan en la popularidad del último 'boom' de Netflix, "Los Bridgerton", una serie que introduce una aristocracia multirracial en la Inglaterra del siglo XIX, para recordar que el público ha evolucionado y que ver un reparto multicultural hoy día sólo sorprende a los inmovilistas.

BUSCAR UN PÚBLICO MÁS AMPLIO

Uno de los puntos más delicados es la diversidad étnica del actual cuerpo de bailarines, intérpretes y músicos de la Ópera de París. Como solución, el informe propone ir al encuentro del público para atraer a quienes pueden sentirse excluidos por no estar acostumbrados a verse representados sobre el escenario.

"Hay varios ejes de contratación, para los colectivos internos de la casa y otro para invitados, pero todo empieza con esta manifestación de apertura. Creemos que ir a buscar talentos en los territorios de ultramar sería también pertinente", explica Neef, que introducirá modificaciones en el modo de reclutar talentos en la Academia y la Escuela de Danza de la Ópera.

Para Neef, "el vínculo con la diversidad reforzará nuestra estabilidad en el futuro" y abrirá la Ópera "a un mayor número de artistas, de público y mecenas".

No incluir a quienes hasta ahora se han visto marginados o excluidos, señala el informe, es "perder una formidable oportunidad, tanto para la Ópera Nacional de París como para la sociedad".