Sergio Ramírez cuando inicio una novela solo veo imágenes

El cine ambulante que el escritor nicaragüense, Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017, logró ver durante la niñez en su pueblo natal de Mesatepe, le entregó las herramientas para narrar a través de las imágenes.

“Cuando yo me imagino el inicio de una novela, no veo letras frente a mí, sino que veo imágenes, y ese pensamiento me lleva a componer planos medios, lejano, voces en off, acercamiento, tomas globales, y es así como yo concibo escritura a través de la imagen”, contó en Bogotá el autor de “Adiós Muchacho” y “Castigo Divino”.

El ganador del Premio Cervantes 2017, quien se encuentra en Bogotá, conversó con el escritor Mario Jurisch sobre la estructura narrativa en el auditorio del Centro Cultural Gabriel García Márquez, sede del Fondo de Cultura Económica (FCE), filial Colombia.

Recordó que desde los cinco años estuvo frente a una pantalla de cine ambulante en un patio de casa entre sabanas y naranjos en su pueblo natal de Mesatepe, sentado en el suelo junto a otros niños y adultos.

Una de las primeras escenas de cine que más recuerda el ex vicepresidente de Nicaragua (1985-1990), es la de un “ladrón con una linterna que va robar algo en una oficina, él va con un pañuelo de la nariz para abajo”.

Una segunda imagen que se le quedó para siempre es “una mano cortada que andaba de arriba para abajo y estrangulaba a la gente”.

Contó que Ángel, uno de sus tíos, que vivía en el mismo pueblo de cuatro mil habitantes, compró el único cine que había en el pueblo, que estaba al aire libre, en donde había un corral para las vacas, el salón para comprar las boletas, la luneta y la caseta para proyectar las películas.

“(…) Yo desde niño me mantenía metido en esa caseta, y un día mi tío despidió al operador del proyector por borracho. En ese momento yo tenía 12 años y mi padre quería que yo fuera el operador titular de la sala de cine”, apuntó en sus remembranzas el autor de la novela “Un baile de máscaras”

El niño Sergio estuvo feliz con la decisión para ser el operador del cine ambulante al aire libre en el patio de una de las casas del pueblo, pero lo único desventajoso fue que su padre y el tío Ángel acordaron que “yo iba trabajar pero no iba ganar ningún centavo (risas en el auditorio)”.

En ese reino del cine ambulante, en donde la mayoría de las películas eran mexicanas, el escritor nicaragüense aprendió a “devanar los códigos del celuloide. Cuando la película se quemaba, había que cortar la proyección, llevar el rollo a la mesa, cortar y pegar con acetato y echarlo andar de nuevo”.

En ese ejercicio de cortar y pegar, subrayó, “no se podía durar más de 30 segundos porque si no botaban la caseta a pedradas… era un público insurreccional”

“Yo tuve un entrenamiento allí asomándome por la ventanilla reservada para el operador, y siempre tenía que estar en esa ventanilla vigilando la proyección y muchas veces tuve que ver la misma película. La visión del que ve a través de la imagen, yo la adquirí allí”, sostuvo.

El niño Sergio adquirió tanta pericia y aprendizaje como operador de cine en su pueblo que hoy a sus 75 años recuerda el título de la película, los actores que integran el elenco, “con solo ver un fotograma. Es el momento que la memoria registra mejor, y este ejercicio de ver tantas veces la misma película, desarrolle la memoria fotográfica”.

El escritor centroamericano recordó durante el conversatorio la película mexicana “Enamorada”, que se estrenó el 25 de diciembre de 1946 con un reparto en el que estaban: María Félix, Pedro Armendáris, Fernando Fernández, Miguel Inclán y Manuel Dondé.

En la película que fue filmada con la cámara de Gabriel Figueroa se ve “una tropa revolucionaria que entra a un pueblo. En la fotografía uno va viendo la sombra de los soldados a caballo. Eso solo lo podía hacer Figueroa”.

En el conversatorio entre el escritor colombiano, quien es el editor literario del FCE, filial Colombia y el ganador del Premio Cervantes, también comentaron las impresiones de la novela universal Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes.

Lo que más le asombró al escritor nicaragüense de la lectura de la obra de Cervantes, es “la mezcla que tiene entre realidad y ficción y como la realidad entra y sale por las puertas y ventanas del libro”, enfatizó Ramírez, quien considero que leer Don Quijote de la Mancha es toda una fascinación.

Fuente: Notimex