Los japoneses TeamLab sumergen una sauna en su nueva exposición en Tokio

El colectivo nipón de arte digital TeamLab ha sumergido una sauna en su nueva exposición en Tokio, "Reconnect", con la que busca que los visitantes alcancen un estado mental óptimo para experimentar el arte desde una perspectiva completamente nueva.

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La muestra, que abrirá al público el día 22 y podrá visitarse hasta el 31 de agosto, consta de seis obras. Quizá la menos evidente, pero que acompañará al visitante durante toda el recorrido, son las lámparas que sobrevuelan el entramado de saunas.

"Esta exposición no es una sauna normal, tampoco una exposición de arte convencional. Es una sauna dentro de un museo", alegan sus creadores.

Las instalaciones se componen de siete habitáculos que combinan temperatura, humedad y aromas naturales de diversa índole, desde enebro, pino o abedul hasta té verde tostado, con los sonidos del viento o el mar, y que buscan satisfacer a principiantes y veteranos de estos baños de vapor con beneficios para la salud demostrados.

Cada una de las saunas se encuentra identificada con un color del que las lámparas de los pasillos se iluminarán cada vez que alguien abra una de sus puertas, dejando que los visitantes tomen conciencia de la presencia de otros.

Este concepto de colectividad, de reconexión en un momento en el que parecemos sentir aversión por relacionarnos debido a la pandemia de covid es uno de los puntos centrales de la exposición, explica a Efe Takashi Kudo, miembro de TeamLab.

"Siempre intentamos hacer instalaciones que usen la tecnología e intentamos que la gente se introduzca dentro de nuestras obras. (...) Ahora estamos intentando usar un tipo de método científico, que es la sauna, para hacer que sea mucho más fácil para la gente hacerse uno con el arte. Es muy desafiante y divertido", dice Kudo.

El concepto es situar al visitante en un trance que agudiza los sentidos a través de la combinación de sauna y duchas frías, que desatan una respuesta tanto del sistema nervioso parasimpático como del simpático, de modo que "estés relajado pero al mismo tiempo algo despierto" para admirar las obra desde otra perspectiva, explica.

"Queríamos hacer que los visitantes en si estuvieran en un estado mental de lujo mientras vieran estas obras", añade el japonés.

Las tres instalaciones de mayores dimensiones constan de una gran esfera que levita, desafiando a la gravedad gracias a un control óptimo de las corrientes de aire; un juego de luces y agua que parece solidificarse como el cristal hasta que el propio visitante se sumerge en la obra, y una proyección que invita a reflexionar sobre el ciclo eterno de la vida y la muerte.

Cuando el espectador se sienta, su presencia es captada por un sensor que desencadena una proyección generada por un programa en tiempo real, flores floreciendo y marchitando. La interacción entre la gente y la instalación cambia continuamente el trabajo, cuya imagen en cada momento será única e irrepetible.

Todo este trabajo visual está amenizado por música realizada por Hideaki Takahashi para acentuar la experiencia también temporal.