Tomás Saraceno explora en un castillo francés los vínculos con la naturaleza

El artista argentino Tomás Saraceno desvela este jueves su último proyecto en el centro de Francia, cerca de Angulema, en un castillo ecológico situado en un enclave marcado por la caída de un meteorito hace 215 millones de años, un paisaje que le ha inspirado en una nueva escultura de gran tamaño.

La estructura de metal, que no verá la luz hasta 2022, será una combinación del trabajo de telarañas con el que lleva años experimentando y las formas aéreas que marcan también sus últimas creaciones.

Mientras trabaja en su concepción, presenta en el mismo lugar una exposición abierta al público desde este jueves y hasta la primavera de 2022, con una recopilación de sus últimos cinco años de trabajo y que culminará con la exhibición de la escultura flotante "Del suelo al sol", que se quedará de manera permanente.

"Estamos pensando una instalación que tiene que ver con las nubes y también con la explosión del meteorito en este lugar y lo que ha causado el encuentro entre objetos terrestres y objetos de fuera del globo terráqueo", dice Saraceno a Efe desde el Domaine des Étangs, donde se sitúa la muestra.

La preparación de la escultura, de unos diez metros de alto, le obligará a visitar de vez en cuando este castillo de cuento, situado al borde de un río y rodeado de animales, libélulas y más naturaleza.

OTRAS FORMAS DE VIDA

Saraceno se interroga así sobre los vínculos del ser humano con otros seres vivos y el mundo que nos rodea.

Está convencido de que el arte puede ser una forma de contribuir, de reflexionar y de buscar alternativas para construir un planeta más sostenible.

Sus proyectos le han llevado a denunciar la explotación del litio en las Salinas Grandes, ubicadas en plena puna jujeña, a crear globos voladores capaces de ser lanzados al cielo sin combustibles fósiles y a dibujar valiéndose de los elementos de la naturaleza, como el sol y el aire.

Algunas de estas creaciones pueden contemplarse ya en la antigua lechería del Domaine des Etangs, hoy reconvertido en un hotel cinco estrellas con un restaurante abastecido por los productos de la huerta y los animales de su granja.

El arquitecto y perfomer argentino explica que integrar sus obras en este lugar, que trabaja además por la protección de las libélulas y sirve una vez al año de residencia de artistas, tenía sentido pues comparten numerosos valores.

Tanto él como los gestores del castillo se dicen convencidos de que hay que encontrar "nuevas formas de relacionarnos con la naturaleza".

"Queríamos reflexionar un poco con lo que ha ocurrido durante este año y medio, cómo algunos humanos se relacionan con el planeta Tierra y cuál es la causa de esta crisis. No hay que olvidar que el haber desplazado seres vivos fuera de su ámbito hace que estos virus salten a humanos", denuncia el argentino, que pasó buena parte de su infancia en Italia.

Sin duda, la exposición obliga al visitante a cambiar de modo de vida, a pararse a pensar: las salas oscuras, las esculturas colgantes y el silencio que reina en este espacio exigen un cambio de ritmo, un paso más lento y más atento al entorno.

A sus 48 años, Saraceno aspira también a esta calma.

Ahora recoge los éxitos del trabajo de los últimos años que le ha permitido establecer nuevas relaciones, como una gran exposición en el parisino Palais de Toky, que le dio carta blanca en 2018 para crear en un espacio de unos 13,000 metros cuadrados, y que atrajo a nuevos colaboradores.

Acaba de mostrar una obra en movimiento en las viñas de la histórica casa de champán Ruinart y prepara exposiciones en Sicilia, Nueva York, Tanzania y Nueva Zelanda, porque confiesa que tenía ganas de "salir de los muros del museo", pero después espera bajar el ritmo y recuperar de nuevo cierto sosiego.