Las largas secuelas de la catástrofe de BP en el Golfo de México

Para Al Sunseri, el día comienza en plena noche. En las aceras aún deambulan algunos borrachos cuando enciende la luz de su comercio de ostras en Nueva Orleans. Las venitas en sus pupilas están reventadas. Con sus ojos fuertemente enrojecidos mira parpardeando la pantalla de la computadora. En Internet quiere rastrear los restaurantes que aún promocionan las ostras con su nombre pero que desde hace tiempo dejaron de ser sus clientes. La competencia en torno a esta exquisitez marina se ha endurecido, y quien pretenda lograr algo en este negocio se ve obligado a madrugar.