Irak: Ser kurdo o cristiano, un delito

Para el ISIL ser kurdo es sinónimo de herejía. El grupo armado que está poniendo en jaque a los ejércitos de Siria e Irak ve la región del Kurdistán como un lugar de pecadores por su tolerancia religiosa.

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No son muchos los que han tenido la suerte de salir sanos y salvos de una prisión del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL), que hace unos días se cambió el nombre por el de Estado Islámico (IS) y se atribuye un territorio que se extiende desde el norte de Siria hasta la provincia iraquí de Diyala. Uno de ellos es Dyar, quien, después de seis meses de cautiverio en una celda de apenas dos metros cuadrados en compañía de otras once personas, consiguió escapar de sus captores y recuperar la libertad.

El verano de hace dos años Dyar, quien por aquel entonces tenía veintiséis años, regresaba de Damasco, donde se había inscrito en la facultad de periodismo, a Qamshli, en el Kurdistán sirio, donde vivía con su familia. La ruta que separa las dos ciudades, de unos 800 kilómetros, estaba salpicada de puestos de control de todas las organizaciones involucradas en el conflicto armado de Siria, exactamente igual que ahora.

A la altura de Raqqah lo sometieron a la enésima revisión de documentos en un puesto de control en el que estaba izada una bandera negra, la del ISIL. Unos hombres armados con kalshnikovs (rifles de asalto de diseño soviético) y con el rostro cubierto por la kefia se dieron cuenta de que Dyar era kurdo y lo llevaron ante sus superiores.

“No me he metido nunca en política, ni mucho menos he formado parte de ninguna milicia. Yo estaba y estoy en contra de Al-Assad, pero en esa época ciertas cosas me las guardaba para mí", dice Dyar mientras sorbe su hirviente chai (el té característico de esa zona) en un bar en las afueras de Erbil, capital de la Región Autónoma Kurda o Kurdistán iraquí y sede del gobierno regional kurdo.

Dyar toma un respiro y continúa: “Me preguntaron si era kurdo. Era evidente, lo ponía en mi carnet de identidad. Me trataron de infiel, de pecador y de perro por no ser un verdadero musulmán. Traté de explicarles que era un buen musulmán, que rezaba las cinco oraciones, pero no sirvió de nada”.

El ISIL no acepta que en el Kurdistán, sea el sirio, el iraquí, el turco, el iraní o el armenio, se practiquen corrientes religiosas que no sean el sunismo. Obviamente, quedan descartadas todas las otras religiones. A su parecer todos los kurdos, incluidos los suníes, son infieles porque toleran otros núcleos religiosos.

Metieron a Dyar con los ojos vendados en una camioneta. Después de un par de horas, se encontró en un pasillo oscuro y húmedo junto con otras once personas, sus futuros compañeros de celda, y un número indeterminado de guardias. Despojados de su ropa, los hicieron quedarse en calzoncillos. La orden de los carceleros era arrodillarse y rezar.

“Entre nosotros había dos cristianos, también kurdos, que en el momento de la genuflexión admitieron que no sabían rezar como los musulmanes. Los del ISIL empezaron a golpearlos salvajemente, primero con patadas y puñetazos y luego con el cinturón. Cuanto más se acurrucaban para protegerse de los golpes, más se abalanzaban sobre ellos. La misma suerte nos deparaba luego a los demás. ¿El motivo? Éramos kurdos, eso es todo”.

Después de esta bienvenida, hicieron entrar a los doce presos, con las muñecas y los tobillos atados, en una celda de dos metros cuadrados. El calor era sofocante, y el dolor de los golpes comenzaba a agudizarse. No había espacio para que todos se acostaran a la vez y, pese a un largo debate, sólo encontraron una solución: organizar turnos para que durmiera sólo una persona a la vez. El cambio de turno se daba cada diez minutos.

“En todo el día sólo se nos permitía salir una vez de la celda, y era para ir al baño. Podíamos hacerlo una vez al día, y no durante más de un minuto. La segunda, la tercera o la cuarta vez teníamos que hacerlo en el suelo”.

Dyar se ha terminado el chai y juega con la tacita decorada haciéndola rodar sobre la mesa. Otra respiración profunda. “Me refugié en la oración, no podía hacer otra cosa”.

Dyar rezaba continuamente, cosa que no pasaba desapercibida a la mirada atenta de sus captores. Se ganó así un ascenso, que consistía en estar en la cocina, donde la mayor parte del día tenía que preparar la comida para los hombres del ISIL y los reclusos de la prisión. “Estaba custodiado por un hombre armado, situado delante de una puerta que estaba siempre cerrada. Preparaba cientos de platos cada día. Nunca llegué a ver a los otros prisioneros, pero debían de ser numerosos”.

Una noche, ya en invierno, sacaron a cinco de sus compañeros de la celda, esposados y encapuchados, y se los llevaron. Nunca supo qué les pasó. Unos minutos más tarde, Dyar y los seis hombres restantes, incluidos los dos cristianos, fueron escoltados hasta la cocina.

El guardia responsable de supervisar la cocina señaló a Dyar un saco con un montón de ropa y salió de la habitación. Con gran sorpresa, Dyar se dio cuenta de que, por primera vez, la puerta, que siempre estaba custodiada por el guardia, estaba abierta. En la cocina imperaba el silencio; nadie tenía valor de acercarse a la puerta, que daba a un patio. Al otro lado del patio, sin guardias, se encontraron libres en el desierto.

"Me sigo preguntando por qué nos dejaron marchar. ¿Por qué sólo a algunos? ¿Qué pasó con los demás? ¿Entendió el ISIL que estaba cometiendo un error? Somos kurdos, es de lo único que éramos culpables, si es que se puede hablar de culpa. No niego que en el Kurdistán haya casos de discriminación hacia otras religiones. Los sunitas son el grupo más grande, pero hacia otras religiones hay una cierta tolerancia. ¿Acaso esto puede ser un delito? ¿Acaso puede justificar meses de brutal cautiverio?

Hoy en día Dyar trabaja como periodista para un periódico en el Kurdistán iraquí. Se ocupa de cultura kurda. No puede volver a casa porque lo buscan las milicias del PYD (Partido de la Unión Demócrata, que está en contra del presidente sirio, Bashar al-Assad), el brazo sirio del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) turco.

Después de escapar de la prisión y de obtener su licenciatura de periodismo en Damasco, quiso investigar un atentado contra un cuartel de la milicia PYD por parte del ISIL. Acusado de espionaje, fue arrestado. Pero también en esta ocasión logró escapar.