Afganistán elige presidente en segunda vuelta bajo amenaza talibana

El convoy con las fuerzas especiales del servicio secreto afgano NDS atraviesa Kabul dejando ver las ametralladoras montadas en cada uno de los vehículos. Entre los soldados se sienta un prisionero en la zona de carga de una camioneta, con la cabeza tapada con un saco negro y las manos atadas. Uno de los coches choca con un pasajero, pero el convoy sigue su curso sin detenerse.

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El estado de excepción vuelve a regir en una ciudad convertida casi en fortaleza, con motivo de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en las que este sábado se decide quién será el nuevo presidente y con el trasfondo de las amenazas de los talibanes a los ciudadanos.

Desde febrero el país se encuentra inmerso en una especie de fiebre electoral: ocho candidatos aspiran a suceder al actual mandatario, Hamid Karzai, que gobierna el país desde la caída del régimen talibán a finales de 2001.

El ex ministro de Exteriores Abdulá Abdulá ganó la primera vuelta celebrada el 5 de abril, con el 45 por ciento de los votos. Sin embargo, no logró la mayoría absoluta para evitar la segunda vuelta, y por eso ahora se enfrentará al que una vez fuera su compañero de gabinete, el ex ministro de Finanzas Ashraf Ghani. Abdulá es considerado favorito, pues en la primera vuelta adelantó a Ghani con más de 13 puntos porcentuales, pero nada está decidido.

La primera vuelta de las presidenciales transcurrió mucho mejor de lo esperado. Con 6.6 millones de votos válidos la participación electoral superó el 55 por ciento, algo que ya de por sí supuso una clara derrota para los talibanes, que amenazaron a los electores con la muerte si participaban en los comicios pero que pese a ello no lograron quitar legitimidad a las elecciones.

Según los expertos, esto ha enfadado a los talibanes y se teme que los extremistas puedan intentar recuperarse de ese fracaso en la segunda vuelta.

Algunos creen que la desacostumbrada tranquilidad en Afganistán podría explicarse porque los talibanes están reuniendo fuerzas para la jornada electoral. Pero otra opción es que las fuerzas de seguridad realmente hayan conseguido debilitar tanto a los talibanes con sus operaciones preelectorales que no estén en situación de perpetrar ataques complejos.

El reparto de propaganda de la insurgencia ha seguido sin embargo funcionando como siempre y los talibanes emitieron el miércoles una "última advertencia" a los afganos para que no participen en lo que denominan "proceso estadounidense".

La tranquilidad sin embargo se vio rota por un atentado contra Abdulá el viernes de la semana pasada: el candidato salió ileso de un doble atentado en Kabul, en el que murieron varias personas. En la sede central de la campaña electoral electoral de Abdulá las fotos recuerdan a las víctimas.

Si los atacantes hubieran logrado su objetivo el escenario habría sido terrible: la Constitución contempla que en el caso de la muerte de un candidato se repitan todas las elecciones. "Habría sido una catástrofe", señala Nils Wörmer, de la fundación alemana Konrad Adenauer en Kabul. "Habría hecho retroceder mucho a los afganos".

Pero aún es más importante que la elección pueda concluir finalmente y que Afganistán tenga un nuevo presidente, señala Wörmer. "Se está tardando demasiado". Desde hace meses no hay avances políticos porque el proceso electoral se retrasa. "Todo está en suspenso".

El largo proceso frena también el ánimo de los electores para la histórica votación que dará paso al primer traspaso de poder democrático en la historia del país. El presidente de la mayor organización de observadores electorales Fefa, Nader Naderi, señala: "No veo el grado de entusiasmo de la primera vuelta".

La presidenta de la independiente comisión de derechos humanos afgana AIHRC, Sima Samar, se muestra "realmente feliz y orgullosa" de la participación en la primera vuelta electoral. "Espero que la gente siga estando dispuesta a enfrentar el riesgo e ir a votar": Entre cinco y seis millones de votos depositados el sábado sería una buena cifra, opina Samar. "Pero también si son tres millones y los comicios son limpios, bastaría". (DPA)