"Después de dos terribles guerras mundiales, después de una guerra fría que durante décadas tuvo al mundo en vilo, en medio de tantos conflictos desastrosos en todas partes del globo, entre voces de acusación, amenaza y condena, nos encontramos aún tambaleantes en el borde de un equilibrio frágil", dijo.
Francisco tomó la palabra en la plaza Al Fida, en el gran complejo del palacio real Sakhir, para clausurar el "Foro de diálogo entre Oriente y Occidente para la convivencia humana" tras las intervenciones del rey de Baréin, Hamad bin Isa Al Jalifa, y del imán de la Universidad de Al Azhar, de Egipto, Ahmed al Tayeb.
En su discurso, destacó la paradoja de que "mientras la mayor parte de la población mundial está unida por las mismas dificultades, afligida por graves crisis alimentarias, ecológicas y pandémicas, así como por una injusticia planetaria cada vez más escandalosa, algunos poderosos se concentran en una lucha decidida por intereses particulares, desenterrando lenguajes obsoletos, redefiniendo zonas de influencia y bloques contrapuestos".
Francisco, cuyo objetivo en Baréin es intensificar el diálogo con los musulmanes, definió el mundo "como un escenario dramáticamente infantil" pues "en el jardín de la humanidad, en vez de cuidar del conjunto, se juega con fuego, misiles y bombas, con armas que provocan llanto y muerte, llenando la casa común de cenizas y odio".
También instó a que "la aparición de los conflictos no haga perder de vista las tragedias latentes de la humanidad, como la catástrofe de las desigualdades, por la que la mayor parte de las personas que pueblan la tierra experimenta una injusticia sin precedentes, la vergonzosa plaga del hambre y la calamidad de los cambios climáticos, signo de la falta de cuidado hacia la casa común".
Y después se dirigió a los representantes religiosos: "No basta decir que una religión es pacífica, es necesario condenar y aislar a los violentos que abusan de su nombre. Y ni siquiera es suficiente tomar distancia de la intolerancia y del extremismo, es preciso actuar en sentido contrario".
"El hombre religioso, el hombre de paz, se opone también a la carrera armamentística, al negocio de la guerra, al mercado de la muerte", dijo el pontífice en un momento en el que el patriarcado ortodoxo de Rusia apoya la guerra en Ucrania comenzada por el presidente ruso, Vladimir Putin.
Los religiosos, continuó el máximo representante de la Iglesia católica, "no apoyan alianzas contra alguien, sino caminos de encuentro con todos; sin ceder a relativismos o sincretismos de ningún tipo, sigue una sola senda, la de la fraternidad, el diálogo y la paz".
Y entonces pasó a enumerar los tres desafíos que tienen las religiones para poder ayudar a la humanidad : la oración, la educación y la acción.
Afirmó que es indispensable la libertad religiosa: "No es suficiente conceder permisos y reconocer la libertad de culto, es necesario alcanzar la verdadera libertad religiosa", apuntó en este país, donde los católicos son una minoría, cerca 80.000, y solo pueden manifestar su credo en los templos y está prohibida la conversión.
También recalcó la importancia "del reconocimiento de la mujer en ámbito público, en la instrucción, en el trabajo, en el ejercicio de los propios derechos sociales y políticos” y "la protección de los derechos fundamentales de los niños", así como "renunciar al uso discriminatorio de la palabra minorías".