Estados Unidos sopesa desviar ruta de polémico oleoducto tras demandas de ecologistas

El Departamento de Estado de Estados Unidos decidirá pronto si desvía el trazado de un polémico oleoducto que se extendería desde Canadá hasta el Golfo de México, para proteger una reserva natural y satisfacer las demandas de grupos ecologistas.

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Para los detractores de Keystone XL, el número de empleos que podría crear palidecen frente a los daños ambientales que ocasionaría en la zona.

Según publica hoy el diario The Wall Street Journal, el departamento que dirige Hillary Clinton, encargada de decidir si autoriza o no el polémico oleoducto Keystone XL, está sopesando una ruta alternativa para el proyecto.

El objetivo es esquivar el área natural de Sand Hills, en Nebraska, así como un acuífero que provee de agua a varios estados, en respuesta a las demandas de residentes del área, grupos ecologistas e incluso legisladores del Congreso estatal.

El posible desvío obligaría a una nueva evaluación del impacto medioambiental que tendría el oleoducto en la nueva zona que atraviese, lo que podría retrasar la aprobación del proyecto hasta más allá de las elecciones generales de 2012, según indicaron altos funcionarios estadounidenses al diario.

El presidente Barack Obama, que delegó en Clinton la evaluación del oleoducto, impuso como fecha límite para tomar una decisión el 1 de enero de 2012, pero el Departamento de Estado ha admitido que el proceso podría retrasarse.

Para los partidarios del proyecto, cualquier demora sólo aumentaría los costos del oleoducto, calculados en la actualidad en unos 7.000 millones de dólares.

El conducto se extendería a lo largo de 2,735 kilómetros, para transportar petróleo desde Alberta (Canadá) hasta la costa de Texas, y hasta ahora estaba previsto que atravesase los estados de Montana, Dakota del Sur, Nebraska, Kansas y Texas.

El proceso de evaluación ha puesto en una posición incómoda al Departamento de Estado, acusado por los críticos del proyecto de tener lazos demasiado cercanos con la compañía canadiense encargada de construirlo, Trans-Canada.

Además, el oleoducto se perfila como una gran prueba para el presidente Obama, que podría tener la última palabra en una decisión en la que se enfrentan la protección del medio ambiente y su interés por espolear la creación de empleos en Estados Unidos.

Según las autoridades estadounidenses, el proyecto podría crear al menos 5,000 empleos sólo en el sector de la construcción en Estados Unidos, por cada año que dure la edificación.

De acuerdo con los sindicatos, también ayudaría a reducir la dependencia del petróleo extranjero, especialmente de la convulsa región de Oriente Medio, y orientaría la cooperación hacia Canadá, un gobierno estable que ya es en la actualidad el principal suministrador de petróleo de Estados Unidos.

Para los detractores de Keystone XL, el número de empleos que podría crear palidecen frente a los daños ambientales que ocasionaría en la zona, especialmente por un incremento en la emisión de gases y la desestabilización de los ecosistemas de la costa.

El domingo, más de 6,000 opositores del proyecto se manifestaron frente a la Casa Blanca para pedir su rechazo y recordar, un año antes de las elecciones generales, el compromiso que hizo el mandatario con las energías limpias al ser elegido.

Según los grupos ecologistas, el oleoducto podría incrementar además el coste de la gasolina, al reorientar el excedente de petróleo en la zona central del país.