Eviatar, nuevo pedazo de tierra que enfrenta a colonos israelíes y palestinos

Vestida con su mejor vestido de ganchillo rosa, Shalon celebra su octavo cumpleaños en el barracón convertido en su nuevo hogar familiar, decorado con globos de colores, en el asentamiento ilegal de Eviatar, en Cisjordania ocupada, mientras respira el humo denso y asfixiante de neumáticos ardiendo desde la cercana aldea de Beita, donde sus vecinos palestinos protestan así por su presencia.

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El rápido levantamiento de ese asentamiento colono, irregular por la ley israelí, ha provocado una ola de protestas en Beita, con un saldo de cinco manifestantes muertos en menos de un mes, una tensa situación que ha forzado al nuevo Gobierno israelí a negociar la evacuación temporal de los colonos antes del fin de esta semana.

"Hemos accedido a irnos solo porque es algo temporal. Queremos asegurarnos de que en el futuro podremos regresar de manera permanente a esta bonito lugar que hemos construido de la nada", cuenta a Efe Ayelet Schlissel sobre Eviatar, un asentamiento levantado sobre el terreno árido y polvoriento de una colina y que recibe ese nombre en honor a Eviatar Borovsky, un colono asesinado por un palestino en 2013.

Los colonos afirman que han llegado a un acuerdo verbal con el nuevo Gobierno israelí, liderado por el ultranacionalista religioso y ex líder colono Naftali Benet, para abandonar el lugar hasta que definan el estatus legal de este pedazo de tierra, que es territorio palestino ocupado desde 1967 por Israel.

Pero los residentes de Eviatar confían en que, antes o después, Israel se adueñe del terreno, bien declarándolo tierra estatal, por motivos de seguridad o regularizándolo en su actual legislación, en contra de la posición de la comunidad internacional que rechaza las colonias.

"Hay un esquema acordado entre las partes, pero no está firmado todavía", confirmaron a Efe fuentes del Gobierno, mientras los colonos continuaban hoy, a 48 horas de expirar el plazo para evacuar, con su rutina habitual y algunos incluso apuntalaban los cimientos de sus casas o levantaban nuevas estructuras.

De hecho, hay una lista de espera de 70 familias para instalarse en Eviatar, adonde llegaron de forma espontánea más de 1.500 personas el pasado shabbat -el sábado festivo para los judíos- para celebrar la conquista del lugar, convertido en nuevo símbolo del movimiento colono. "Fue muy emocionante", recuerda Ayelet.

Se instalaron en mayo en esas tierras que históricamente han pertenecido a las aldeas palestinas de Beita, Kablan y Yitma -cerca de la ciudad de Nablus-, y enseguida construyeron medio centenar de estructuras que alojan a 53 familias y más de cien adolescentes en ese asentamiento, todavía ilegal bajo la ley israelí, aunque cuentan con tropas del Ejército desplegadas en las inmediaciones que les protegen de los ataques de palestinos.

Ayelet se ha mudado con su marido y cinco hijas a uno de esos barracones de 22 metros cuadrados de Eviatar, en vez de quedarse en su casa de dos plantas y 180 metros cuadrados en Ariel, otro asentamiento en Cisjordania ocupada, área que los colonos llaman con el término bíblico de Judea y Samara y que consideran dominios ancestrales del pueblo judío que deben reconquistar.

"Es lo correcto", insiste Ayelet, aunque admite que no es agradable soportar "los ataques" de los vecinos palestinos de Beita, que han reaccionado con enfado, animadversión y violencia a esta nueva invasión de su territorio, aunque desde hace años el Ejército israelí no les dejaba atravesar esas tierras alegando "razones de seguridad".

Los palestinos han arrojado piedras a las tropas y quemado franjas de tierra, mientras que los militares israelíes desplegados en la zona han respondido con municiones antidisturbios y balas reales en varios choques ocurridos en las últimas semanas, que se han cobrado la vida de cinco palestinos, incluidos dos adolescentes de 15 y 16 años, víctimas que han despedido en vigilias con antorchas que derivaron en nuevas protestas. Además, un centenar de palestinos fueron heridos por munición real, según la ONU.

Ante la creciente tensión en torno a Eviatar, el Gobierno israelí se ha visto obligado a negociar la salida de los colonos -aunque permanecerá una base militar con bandera israelí-, lo que ha supuesto el primer reto relacionado con la ocupación para el nuevo Ejecutivo, que aglutina ocho partidos de todas las ideologías que, sobre la cuestión palestina, navegan desde la anexión hasta la solución pacífica de los dos Estados.

"Todo gobierno israelí debe ser sionista y todo gobierno sionista debe entender que debemos construir en tierra judía", contó a Efe Amichi Ben David, de 27 años, líder del asentamiento que ha negociado con las autoridades.

De momento regresará a su casa de Hebrón, también sobre suelo palestino ocupado, tranquilo con lo que considera una victoria del movimiento colono. "Para nosotros lo importante es estar aquí como judíos. Aunque tengamos que irnos temporalmente se queda el Ejército", insiste.

El acuerdo con el gobierno, según David, contempla que en cuanto se resuelva el estatus de la tierra, los colonos regresarán para instalar una yeshiva, una escuela religiosa judía, con unas pocas familias y decenas de estudiantes, un primer paso habitual antes instalar colonias israelíes permanentes.

La disputa por Eviatar se produce en medio de un período de calma tensa en la región, tras el fuerte repunte de violencia del pasado mayo, que incluyó una escalada bélica entre Israel y las milicias palestinas de Gaza, aunque también protestas, ataques y múltiples incidentes violentos en Cisjordania.