La COVID-19, última amenaza para una libertad de prensa muy deteriorada

La COVID-19 se ha sumado a las amenazas que sufre la libertad de prensa en el mundo, muy deteriorada por las presiones de gobiernos totalitarios que aprovechan la pandemia para atacar el trabajo periodístico, según el informe anual de Reporteros Sin Fronteras (RSF).

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La organización consideró este martes que el coronavirus ha aparecido al inicio de "una década decisiva" para la libertad de prensa, con retos e incertidumbres en los planos geopolítico, tecnológico, democrático, económico y de confianza.

"Entramos en una década decisiva para el periodismo debido a las crisis simultáneas que afectan al futuro de la prensa", indicó el secretario general de la ONG, el periodista francés Christophe Deloire, quien consideró que la actual pandemia agrava la situación.

COREA DEL NORTE A LA COLA

La tradicional clasificación mundial de la libertad de prensa publicada por RSF está dominada de nuevo por los países nórdicos de Europa y cerrada por Corea del Norte, que sustituye a Turkmenistán, ambos en el vagón de cola de la llamada "zona negra", que incluye, entre otros, a China, Eritrea, Cuba, Guinea Ecuatorial o Egipto.

Aunque ese índice general registró una ligera mejora con respecto a 2019, un 0,9 %, RSF apuntó a que se produce en un contexto de degradación creciente en los últimos años, en los que ha caído un 13 % frente a 2013, el año que empezó a elaborarse.

Se mantuvo estable el número de países donde la situación es "buena", el 8 % del total, pero creció dos puntos, hasta el 18 %, el de aquellos en los que los periodistas trabajan en "zona negra", lo que indica que la situación es "crítica".

LA COVID-19 COMO EXCUSA

El deterioro fue manifiesto en aquellos países de la "zona negra" donde más ha golpeado la COVID-19, como China o Irán, que según RSF aprovecharon la situación de emergencia para establecer "dispositivos de censura masivos".

Deloire indicó que la pandemia ha sido "un factor multiplicador" del deterioro de la libertad de prensa en numerosos países.

Otro ejemplo es Hungría, cuyo primer ministro, Viktor Orbán, "hizo que se aprobara una ley relativa al coronavirus que sanciona la difusión de noticias falsas con penas de hasta cinco años de prisión, una coacción completamente desmesurada".

Son muchos los gobiernos autoritarios que han aprovechado una crisis que interrumpe la vida política y genera consternación en la población para "imponer medidas que serían imposibles en tiempos normales", señaló el responsable de RSF.

BRASIL Y EE.UU., "ANTIMODELOS"

La clasificación destaca también que continúa el deterioro en algunas democracias, como en Estados Unidos y Brasil, donde sus presidentes no dudan en situar a periodistas en el blanco de sus dardos, lo que ha llevado a convertir a esos dos países en "antimodelos".

Las detenciones arbitrarias se han incrementado en África y el acoso a los periodistas de investigación y a la protección de las fuentes se ha visto amenazado en Asia, la región donde más ha reculado la libertad de prensa en el último año.

Oriente Medio y el norte de África siguen siendo las zonas donde más difícil resulta ejercer el periodismo.

RSF denunció que Arabia Saudí y Egipto se mantienen como las mayores prisiones del mundo para periodistas en un panorama en el que la situación empeora en Rusia, en el que China trata de forzar "un nuevo orden mundial sobre la información" y donde India impuso en Cachemira el mayor apagón digital de la historia.

En América Latina, solo Costa Rica y Uruguay escaparon al deterioro general en un año marcado por las revueltas populares, que dificultaron el trabajo de los periodistas, mientras que España mantuvo el puesto 29 pese a los ataques sufridos por parte de grupos de extrema derecha e independentistas en Cataluña.

RSF añadió que la prensa afronta también una falta global de regulación que, a nivel tecnológico, mezcla propaganda, publicidad, rumores e información periodística, una situación patente en la actual crisis sanitaria, donde "los rumores y las noticias falsas se propagaran tan rápido como el virus".

Ese panorama redujo aun más la confianza del público en los periodistas, que han visto también deteriorarse su situación económica, con mayor precariedad laboral, una creciente concentración de medios en manos de grandes corporaciones y un aumento de la polarización.