La perspectiva del fin del confinamiento en Francia reaviva la lucha política

La brega política, acallada en Francia durante las seis primeras semanas de confinamiento de la población ordenadas por el Gobierno para frenar la expansión de la COVID-19, retoma brío en los últimos días, conforme el país se prepara para retomar de forma paulatina la actividad a partir del 11 de mayo.

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En vísperas de que el primer ministro, Édouard Philippe, anuncie mañana las grandes líneas de la desescalada, los dardos de los partidos de la oposición se han ido haciendo más críticos con la política seguida por el Ejecutivo.

El jefe de Gobierno, que multiplica estos días las consultas para ultimar su plan, se encontrará este martes una cámara baja más combativa, en contraste con la docilidad mostrada hasta ahora.

"Vamos a estar muy atentos a lo que nos proponga el Gobierno y, si no nos convence, votaremos en contra", aseguró hoy a Efe la vicepresidenta de la Asamblea Nacional, la conservadora Annie Genevard.

Su partido, Los Republicanos, ha presentado 50 propuestas al Ejecutivo para el desconfinamiento y planteará mañana la creación de una comisión de investigación para analizar su política, en un país que ronda los 125.000 contagios y las 23.000 muertes por coronavirus.

"Vamos a pedir cuentas al Gobierno. Hasta ahora era el momento de luchar contra la pandemia, de salvar empresas y vidas. Se acerca el de pedir cuentas", indicó Genevard.

En particular, deplora que el Ejecutivo no les haya consultado a la hora de elaborar el plan de salida del confinamiento y que hayan impuesto una votación sin tiempo para estudiar la propuesta oficial.

En opinión de la vicepresidenta de la cámara, el partido del presidente, Emmanuel Macron, ha buscado con esta estrategia "ocultar sus divisiones internas", en particular sobre la adopción de medidas de seguimiento a la población para identificar mediante aplicaciones digitales posibles cadenas de contagio.

Ese punto, sobre el que muchos diputados macronistas se habían mostrado en contra, formará parte del voto global de mañana, lo que minimiza el riesgo de ruptura dentro del partido mayoritario.

La voz de los conservadores, el grupo más numeroso de la oposición, con 104 de los 577 diputados, no inquieta a la sólida mayoría absoluta de la que dispone el partido de Macron, pero ha comenzado a hacerse más ácida.

Hasta ahora, las únicas críticas al rumbo fijado desde el Elíseo emanaban de la ultraderechista Marine Le Pen, poco representada en la cámara baja, pero con una gran presencia mediática.

Genevard asegura que Los Republicanos no van a seguir la senda de la extrema derecha, pero sí presentarse a ojos de los franceses como "una alternativa".

"No vamos a estar detrás de un partido cuya marca de identidad es el insulto, perderíamos crédito", señala la diputada conservadora.

Le Pen, por su parte, duda entre votar en contra o abstenerse, al tiempo que denuncia el método utilizado para abordar el desconfinamiento.

El dique de respeto al Gobierno también ha caído en la extrema izquierda, cuyo líder, Jean-Luc Mélenchon, ya ha anunciado que votarán en contra del programa de desconfinamiento de Philippe porque lo consideran "poco serio".

En particular, porque el Gobierno se ha opuesto a su petición de dejar a los partidos al menos dos días para estudiar ese plan y permitirles que se hagan propuestas alternativas.

La mayoría absoluta del partido macronista rechazó esa idea e impuso que los diputados voten justo después del discurso del primer ministro.

Mélenchon pide ir más lejos y nacionalizar los medios de producción de material sanitario, como mascarillas o gel desinfectante, para garantizar que, cuando se vuelva a permitir el desplazamiento de los franceses, tengan a su alcance las medidas de protección necesarias.

También hay dudas entre ecologistas y socialistas sobre el sentido de su voto, al tiempo que en esos partidos, de corte más moderado, también han comenzado a aparecer voces críticas contra el Gobierno.