L'Escalade, el día en que los pacíficos ginebrinos sacan su lado más bárbaro

Una vez al año los habitantes de Ginebra dejan de lado su imagen pacífica y sacan su cara más bélica, algo que ocurre con la celebración de "L'Escalade".

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Una vez al año los habitantes de Ginebra dejan de lado su imagen pacífica y sacan su cara más bélica, algo que ocurre con la celebración de "L'Escalade".

Se trata de una fiesta en la que el casco antiguo de la ciudad se convierte en un auténtico campamento militar para recordar la victoria de los suizos sobre los franceses hace más de 400 años.

La historia de esta celebración se remonta a 1602, cuando en la noche del 11 al 12 de diciembre los ginebrinos lograron frustrar la toma de la ciudad por parte de las tropas del francés Carlos Manuel I, Duque de Savoya.

Los galos intentaron acceder a la ciudad escalando las murallas (de ahí el nombre de la fiesta), algo que los ginebrinos impidieron gracias a la "madre Royaume", una cabeza de familia que justo en el momento de la invasión preparaba una gran olla de sopa para su numerosa prole y que, en lugar de llevarla a la mesa para la cena, decidió derramarla sobre quienes trepaban por el muro.

Esta acción dio la alerta a toda la ciudad, que se movilizó para combatir a los franceses y logró frustrar el ataque.

Lo que hoy queda de aquella gesta militar es una celebración fundamentalmente festiva, si bien todavía se mantienen algunas alusiones a la batalla.

Durante todo este fin de semana, quienes paseen por las calles del casco antiguo de Ginebra se toparán con un campamento militar y escucharán en casi todos los rincones marchas guerreras y disparos de mosquetes.

Durante tres días, la ciudad vuelve 400 años atrás en el tiempo; por eso no resulta extraño cruzarse en las calles con campesinos medievales y soldados a pie y a caballo, así como desfiles con cientos de personajes de la época y numerosos puestos de comida que invitan a ginebrinos y turistas a degustar la sopa de la "madre Royaume".

Precisamente, esta señora es el personaje central de la fiesta, no solo porque durante tres días se organizan degustaciones públicas del manjar con el que se logró derrotar a los franceses, sino porque la propia olla con la que se derramó el hirviente caldo es un elemento tan emblemático de esta fiesta como la calabaza iluminada lo es de Halloween.

La diferencia con el caldero de hace 400 años es que el que ahora inunda casas y escaparates de Ginebra desde las semanas previas a "L'Escalade" está hecho de chocolate y mazapán y en lugar de convertirse en un arma de guerra es más bien un elemento en torno al que se reúnen familiares y amigos para festejar.

La tradición dicta que estas diminutas o gigantescas obras de arte del chocolate deben romperse antes de comerlas. Para ello, el más joven y el más anciano de los congregados sitúan sus puños sobre la marmita y la golpean mientras gritan "Y así perecerán los enemigos de la República".

Además de la similitud entre la calabaza de Halloween y la marmita de L'Escalade, esta fiesta suiza tiene otros puntos en común con la celebración de la noche de los muertos.

Así, durante estos días los niños ginebrinos también se disfrazan y recorren las casas en busca de dulces, y los adolescentes lanzan huevos contra edificios y "enemigos", igual que ocurre en la celebración de Halloween si no se conceden caramelos.

Las dos celebraciones comparten también su ambiente lúgubre y tenebroso, pues durante "L'Escalade" es frecuente que las farolas del casco antiguo se apaguen y sean las antorchas las que iluminen las calles más antiguas de la ciudad.

También es común que muchos descubran diminutas y tortuosas calles secretas que, por su oscuridad y estrechez, solo se abren al público durante estos tres días de fiesta.