En una apelación pronunciada durante la tradicional Audiencia General de los miércoles, el Sumo Pontífice expresó su profunda preocupación por la situación creada en los últimos días en ese lugar.
Jerusalén -dijo- es una ciudad única, sagrada para los hebreos, cristianos y musulmanes, quienes veneran en ella los Lugares Santos de las respectivas religiones y tiene una vocación especial de paz.
'Ruego al Señor para que tal identidad sea preservada y reforzada, para beneficio de la Tierra Santa, del Medio Oriente y del mundo entero y que prevalezca la sabiduría y la prudencia, para evitar agregar nuevos elementos de tensión, en un panorama mundial ya convulso y marcado por tantos conflictos crueles', subrayó.