Los afganos acogen el diálogo con los talibanes con escepticismo y esperanza

La enésima iniciativa de negociar con los talibanes para conseguir la paz en Afganistán ha nacido con gran parafernalia y controversia y los afganos se muestran escépticos y divididos ante el resultado que pueda arrojar este diálogo.

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Talibanes afganos entregan sus armas durante una ceremonia celebrada dentro del programa de amnistía del gobierno afgano, en Kushki Kuhna, en el distrito de Herat (Afganistán).

Tentativas de conversar con los insurgentes del mulá Omar ya ha habido varias, especialmente desde el comienzo de la década actual, y todas ellas tocaron en hueso tras contactos preliminares.

Sin embargo, ninguna ha tenido la presentación mediática de esta ocasión, en la que los talibanes han publicitado la apertura de una oficina en el emirato de Catar, operativa desde el pasado día 18, y han ofrecido caras visibles de su movimiento.

Ni las fuerzas afganas y aliadas ni los insurgentes han detenido sus acciones armadas, la asunción del liderazgo negociador por Estados Unidos ha sembrado recelos en Kabul y también ha herido sensibilidades la manera en que se ha lanzado la sede de Doha.

No en vano, el Ejecutivo del presidente afgano, Hamid Karzai, siempre ha sido ninguneado por los integristas y tachado de "marioneta" de Washington.

Pero dentro de todo el mar de dudas hay una llama de esperanza.

"Creo que el Gobierno debería apoyar a los talibanes para continuar con este primer paso hacia la paz que supone abrir una oficina", defendió a Efe Abdul Wakil Ahmadzai, un pastún de la sureña ciudad de Yalalabad.

La pastún es la etnia mayoritaria en Afganistán y a la que pertenecen tradicionalmente los miembros del movimiento talibán, que tiene sus feudos en el arco suroriental del país fronterizo con Pakistán.

Ahmadzai, estudiante de la Universidad de Kabul, se preguntó "qué es exactamente" lo que los talibanes persiguen y opinó que lo mejor para descubrirlo es "dejarles continuar su trabajo" en Catar.

"Quizás están cansados de luchar, pero si el Ejecutivo no les permite ir más lejos, entonces esta guerra nunca se detendrá y vamos a seguir muriendo cada día. ¿A quién le importa en realidad?", lamentó.

Ahmadzai vio además con buenos ojos que los rebeldes quieran eventualmente formar parte del Gobierno del país sin que ninguna potencia extrajera decida lo que es bueno para los afganos.

Por su parte, el tayico Ahmad Mujtar Mayidi, de la ciudad norteña de Mazar-i-Sharif, defendió que "si algo ocurriera entre el Gobierno de Karzai y los talibanes debería ser" en favor del "bienestar" del pueblo.

"Estamos sedientos de paz y no queremos preocuparnos por un talibán suicida cuando nuestros hijos van a la escuela", dijo Mayidi, que trabaja como comerciante en Kabul.

Su grupo étnico es el segundo mayoritario del país y el más destacado en la Alianza del Norte, asociación de facciones muyahidines que hicieron frente a los discípulos del mulá Omar durante su régimen (1996-2001).

Pero con la invasión estadounidense y la caída de los talibanes en 2001, tayicos y uzbecos, incluidos muchos señores de la guerra de estas etnias, recibieron importantes cuotas de poder en las instituciones políticas y de seguridad afganas actuales.

Para muchos analistas esta profunda división étnica es un serio inconveniente para la paz.

Mayidi, sin embargo, argumentó a Efe que después de décadas de guerra, "ahora que se huele la paz no importa si es Karzai, Estados Unidos o los talibanes quienes la traen".

"Simplemente queremos vivir como seres humanos igual que en el resto del mundo", dijo.

La esperanza de algunos es ensombrecida, en cambio, por el escepticismo de otros.

"Si los talibanes quieren negociar, pueden hacerlo directamente con el Gobierno afgano", criticó el tayico Ahmad Zía Masud, líder de la opositora Coalición Nacional.

"El liderazgo de las conversaciones lo debería tener el pueblo y no Estados Unidos, pues de lo contrario tendrá un impacto negativo", justificó el hermano del conocido "León de Panjshir", asesinado dos días antes del 11-S.

Para el líder de la formación Esperanza Verde y antiguo jefe de los servicios secretos afganos, el también tayico Amrulá Salé, existe además la duda de si los representantes de los insurgentes en Catar son las personas idóneas para un proceso de este calibre.

"Según tengo entendido la gente que está en esa oficina no ha tenido contacto con el mulá Omar en los últimos doce años. Establecer esta oficina no detendrá la guerra", afirmó a Efe.

Más crítica aún se mostró la diputada Shokuria Barakzai, pastún igual que los insurgentes pero muy recelosa de un hipotético cambio de actitud en ellos.

"Los talibanes son esos que cortan la cabeza de otros hermanos musulmanes, será imposible para estos cobardes unirse a la paz y al Gobierno. Están intentando separar a los pastunes de los tayicos. Así es cómo buscan regresar al sistema", sentenció Barakzai. (EFE)