Merkel condena "veneno del racismo" en aniversario de matanza ultraderechista

La canciller alemana, Angela Merkel, condenó hoy el "veneno del odio racista" al cumplirse un año de la matanza de nueve ciudadanos de origen extranjero por un ultraderechista, quien luego asesinó a su madre y se suicidó.

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El atentado de Hanau (oeste del país) fue una "escisión para la convivencia pacífica en nuestra sociedad", apunta Merkel, en el mensaje semanal a sus conciudadanos, esta vez dedicado al aniversario de esa matanza, ocurrida el 19 de febrero de 2020.

"El racismo es un veneno; el odio es un veneno", insistió Merkel, quien en su mensaje por vídeo lee uno a uno los nombres de esas nueves personas muertas -de origen afgano, turco, búlgaro, rumano y bosnio, varios de ellos con nacionalidad alemana-.

El atentado fue obra del ultraderechista Tobias Rathjen, con licencia de armas, que abrió fuego a discreción contra dos locales frecuentados por inmigrantes musulmanes de esa ciudad alemana; tras su matanza regresó al domicilio de su madre, a la que asesinó, y luego se suicidó.

Antes de su ataque dejó colgado en internet un vídeo de 8 minutos, que junto con otro material posteriormente hallado en su ordenador mostraban que en él confluían racismo, misoginia, antisemitismo, fobia contra izquierdistas y odio a los medios.

El atentado de Hanau, el ataque antisemita de Halle (este) y el asesinato de Walter Lübcke -político conservador muerto de un disparo en un casa por un neonazi- muestran "lo que la ultraderecha es capaz de hacer", prosigue la canciller, quien ratifica el compromiso de su gobierno contra "esa ideología devastadora".

El asesinato múltiple de Hanau acentuó la alarma de las fuerzas de seguridad alemanas. Se recordó no solo la muerte de Lübcke, en junio de 2019, sino también el ataque antisemita de la sinagoga de Halle, cometido unos meses por otro ultraderechista quien, tras no lograr irrumpir en el templo judío, mató a dos personas -una mujer que pasaba por la calle y un cliente de una tienda de comida turca-.

Merkel y el conjunto de la clase política alemana mostraron su estupor ante esa escalada ultraderechista. Unos años antes, en 2011, había salido a la luz, la existencia del trío de neonazis "Clandestinidad Nacionalsocialista" (NSU), que entre 2000 y 2007 mató impunemente a nueve inmigrantes, siempre con la misma pistola.

El caso derivó en escándalo policial y una sucesión de dimisiones entre los cuerpos de seguridad. Los tres neonazis estaban fichados; se reveló además que, pese a haber cometido sus asesinatos siempre con la misma pistola, sus crímenes atribuyeron a ajustes de cuentas entre inmigrantes aislados y no se investigó una pista racista.