4 cosas que los emprendedores deberían aprender de los niños

La vida del emprendedor es un constante aprendizaje, es como volver a la infancia en donde no sólo se aprendía en la escuela; sino también en casa o con los amigos. Los niños aprenden cosas nuevas cada día, con cada interacción, con cada lugar nuevo que visitan, igual que los emprendedores.

Los niños y los emprendedores tienen más en común de lo que se imaginan. A pesar de la diferencia de edad que hay entre ambos, los unen características como la creatividad o la capacidad de asombro. No obstante, conforme pasan los años, los emprendedores al convertirse en adultos anteponen la razón, dudas y prejuicios ante muchas situaciones, lo cual obstaculiza su capacidad de aprender e innovar.

“Hay un impulso básico en casi cualquier emprendedor: la exploración creativa. Esa motivación lleva a encontrar soluciones a un problema que nadie había observado antes, a hacerlo con pasión, con alegría y con ganas. Si lo pensamos bien, un emprendedor básicamente enfrenta un desafío profesional como si fuera un niño”, afirma Bernardo Prum, Managing Director de Creze, plataforma que ofrece préstamos en línea para pequeñas y medianas empresas en México.

En México hay dos razones principales por las que las personas deciden emprender: por un lado, 42% lo hace porque tiene ganas de desarrollarse profesionalmente y crecer; por el otro, 31% de los emprendedores mexicanos inicia un proyecto porque busca solucionar un problema del mercado en su entorno, de acuerdo a cifras de la Asociación de Emprendedores de México.

Pero, poco a poco, pasada la curva de aprendizaje, vienen otros retos que a veces hacen que se olvide ese fuego primigenio: pagar las cuentas, llevar la administración diaria, toparse con problemas de financiamiento. “Sin darnos cuenta, la llama se apaga y en su lugar aparecen la ansiedad y la preocupación”, añade Prum.

En el marco del Día del Niño, Creze apunta 4 cosas que los emprendedores deberían aprender de los niños o que, más bien, nunca deberían olvidar en el camino al éxito.

1) Capacidad de asombro. Un niño se encuentra descubriendo el mundo entero en cada momento. Por ello, se asombra ante nuevos descubrimientos por pequeños que sean. La curiosidad es parte fundamental de su rutina, pues saben que algo nuevo y extraordinario se encuentra a cada paso que dan. Un emprendedor que busque solucionar un problema ingeniosamente, tendría que mantener su capacidad de asombro y descubrimiento bien afilada.

2) Con todo, menos miedo. “Quienes sabemos andar en bici recordamos ese momento preciso con nitidez: ahí vamos, con la asistencia de un adulto, pedaleando tranquilos y seguros, cuando nos damos cuenta que ya no hay nadie sosteniendo la bicicleta. Adrenalina, emoción, alegría se conjugan al comprender que sí podemos. Y de ahí todo se vuelve más apasionante: ir más rápido, ir más lejos, subir pendientes más inclinadas. Con ello, también vienen las caídas, los raspones y los golpes. Pero qué más da. Te vuelves a subir y lo vuelves a intentar”, comenta Prum de Creze. Esas ganas sin miedo y sin titubeos, a sabiendas que se puede volver a intentar después de un fracaso, son esenciales para un emprendedor.

3) Paso a paso. Con el paso del tiempo y la acumulación de éxitos, un emprendedor puede olvidar fácilmente algo que es más que intuitivo para un niño: Roma no se construyó en un día. O, lo que es lo mismo, todo toma su tiempo. Se aprende paso a paso, poco a poco. Esto no deja de ser una verdad para nadie: la paciencia y la consistencia para aprender son parte de cualquier proceso.

4) La magia del juego. “Lo más importante para un niño es el juego. Y es lo más importante porque sabe que cualquier actividad puede transmutar en alegría cuando se tiene el mindset correcto”, concluye el Managing Director de Creze. Y así, un emprendedor bien puede aprender a encontrar esas pulsiones en su negocio, que al final del día es su pasión.