El 19 de septiembre, huella indeleble para los mexicanos

El 19 de septiembre un movimiento súbito se sintió bajo los pies y un segundo después todo comenzó a moverse. La vivencia marcó a millones de mexicanos tanto en 1985 como en 2017, pero ello no implica que este día “vaya o deba” temblar, señalan expertos.

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“Es una coincidencia tremenda que ocurrieran dos temblores destructivos el mismo mes y el mismo día del año. Todos los días se registran una gran cantidad de sismos, la mayoría pequeños e imperceptibles, y si bien la memoria de las personas tiene presente el del 19, fue más importante el del 7 de septiembre de 2017”, recuerda Arturo Iglesias Mendoza, del Departamento de Sismología de la Universidad Nacional.

A lo largo de estos años, y en ese tipo de eventos en particular, la UNAM ha sido muy significativa en muchos aspectos con el Servicio Sismológico Nacional (SSN), el acopio de alimentos, verificación de construcciones, investigación científica y más, considera Iglesias Mendoza.

En 1985 el movimiento telúrico del 19 de septiembre tuvo su origen en la desembocadura del Río Balsas, en Michoacán, y se registró a las 7:19 horas, con una magnitud de 8.1. Oficialmente hubo tres mil 192 muertos, aunque organizaciones no gubernamentales calculan más de 20 mil víctimas.

Tras del evento de ese año, añade Víctor Hugo Espíndola Castro, experto en análisis e interpretación de datos sísmicos, cambiaron muchas cosas en México, notablemente en la sismología y la percepción del peligro y el riesgo, pues antes no se hablaba de seguridad ciudadana ni había un Centro Nacional de Protección Civil.

Treinta y dos años después, a las 13:14 horas, poco más tarde del macrosimulacro organizado en Ciudad de México, se produjo un temblor de magnitud 7.1 originado en Chiautla de Tapia en Puebla, con 369 víctimas mortales y miles de daños en infraestructura.

“Éste nos hizo mucho más conscientes de la vulnerabilidad física del sitio donde vivimos. Cada vez la gente que habita en Ciudad de México tiene más claro que se saca demasiada agua, que es una urbe mucho más poblada y se está construyendo donde no se debería. Está mucho más atenta a la información de su entorno”, reflexiona Dora Carreón Freyre, del Centro de Geociencias de esta casa de estudios.

Los especialistas precisan que con el tiempo la Universidad ha refinado y mejorado los sistemas de medición y seguridad al respecto, ya sea desde la ingeniería con estructuras más resistentes; los centros de geociencias han revelado más sobre el comportamiento de estos eventos y las ondas que generan. Es una labor que se realiza poco a poco, pero que permite mejorar la vida de las personas.

“Hay un esfuerzo para que este tema sea más multidisciplinario y en una misma mesa revisarlo con sismólogos, ingenieros, psicólogos, médicos, tomadores de decisiones; hacer un espacio grande, común, porque desde nuestra trinchera no vemos todo y este es un buen momento para pensar de manera holística”, apunta Iglesias Mendoza.

Fuente: Gaceta UNAM