El primer Wimbledon de Federer

"Siempre he bromeado desde pequeño que algún día ganaría esto". Roger Federer levanta el trofeo de Wimbledon y se echa a llorar. Tiene 22 años, acaba de ganar su primer Grand Slam y termina con las miles de voces que aseguraban que sería un juguete roto más del tenis, un hombre que nunca cumpliría las expectativas que generó al ganar este torneo cinco años atrás en categoría júnior y que mucho menos sería el sucesor de Sampras, el gran campeón al que destronó en 2001.

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Sue Barker, legendaria comentarista de Wimbledon y que durante muchas décadas ha entrevistado a los campeones, comenzó el discurso del campeón con una afirmación simple y premonitoria: "Deberías acostumbrarte a esto".

Federer, entonces menos suelto en el habla, dubitativo ante los nervios, abrazado a la copa dorada y al borde de la lágrima, se rio y confirmó que acababa de cumplir el sueño de su juventud, la ilusión del chico de Basilea que se imaginaba emulando a Stefan Edberg y Bjorn Borg.

Cuando este martes, Federer apareció en Wimbledon, ya en calidad de retirado, lo hizo para que el torneo le homenajeara por su carrera, esa que terminó a finales del año pasado precisamente en esta misma ciudad, con la disputa de la Laver Cup. Se cumplen veinte años desde que ganara su primer Wimbledon y su primer Grand Slam y el comienzo de una de las mejores carreras de la historia del tenis y del deporte en general.

No es un cuento de precocidad, ni de despegue meteórico. Cuando Federer llegó al All England Club en 2003 ya había disputado 16 Grand Slams y había perdido en todos ellos. Ni siquiera había jugado unas semifinales.

"Era el tercero del mundo, no es que fuera un desconocido", asegura a EFE Mark Philippoussis, el último hombre al que Federer tuvo que medirse para ganar el título

"Roger tenía el tenis para ganar muchos Grand Slams y ser número uno del mundo, pero era difícil para cualquiera pensar en que llegaría a 20 Grand Slams".

Extraño decirlo ahora, coronado como uno de los tres mejores de la historia, pero con Federer existían muchas dudas de si alguna vez dejaría de ser una promesa. Y era una incertidumbre justificada, porque después de acabar con Sampras en 2001, al año siguiente se estampó con Mario Ancic en primera ronda. Sí, Roger jugaba muy bien, pero, ¿tenía madera de campeón?

No para Mardy Fish, su rival en tercera ronda de Wimbledon 2003. "Gané mi segundo partido y llamé a un amigo. "He tenido suerte con mi cruce, no creo que este chico sea demasiado bueno", contó el estadounidense, que perdió en cuatro sets con Federer y se tuvo que comer sus palabras.

Contra Fish, Federer se dejó el único set en todo el torneo, pero eso no implica que fuera su duelo más complicado. El peor día fue en octavos de final, ante el español Feliciano López. El toledano perdió en tres sets, sí, pero tuvo 'break' a favor en todas las mangas y llevó al límite uno de los grandes problemas de Federer y que se agravaría con los, la espalda.

"Tuve muchas oportunidades y todas las desaproveché", rememoró junto a la ATP Feliciano, que jugó ante un Federer mermado desde el calentamiento, cuando notó un latigazo en la espalda.

"Roger tuvo muchas dudas en ese encuentro a raíz de su problema en la espalda. Él creía que se iba a retirar porque incluso los médicos lo atendieron", añadió el toledano en una historia que respalda el propio Federer.

"Fue un 'shock', pensé que tendría que tirar la toalla", reconoció el suizo, que pese a los problemas en la espalda continuó en el torneo y solo mejoró a partir de ahí.

Venció en tres sets a Sjen Schalken en cuartos y a Andy Roddick en semifinales y se encontró con Mark Philippoussis en la final. El australiano, tras una final de US Open perdida (1999) y tres cuartos de final en Wimbledon por fin estaba en la final.

"Es el sueño de todo tenista, salir a jugar a la pista central el domingo en la final de Wimbledon. Es algo de lo que estoy muy orgulloso", admite Philippoussis, que en su camino a la final dejó atrás a tenistas como Andre Agassi, Sebastian Grosjean y Radek Stepanek.

"Tenía mucha confianza aquel día. La hierba es mi mejor superficie, así que tenía mucha confianza estuviera quien estuviera al otro lado de la red. Me sentía bien. Era la final de un Grand Slam en hierba, sentía que era mi oportunidad para ganar", puntualizó el 'aussie', que sin embargo se encontró con un Federer ya sin miedo a ganar.

"Jugué los dos mejores partidos de mi vida en semifinales y en la final", sentenció Federer.

"Sí, jugué una final y estoy orgulloso de ello, pero la has perdido, duele. Jugué contra alguien que ya era buenísimo", añade Philippoussis, al que el paso del tiempo y ver en lo que se convirtió Federer no borra el dolor de lo ocurrido aquella tarde en el All England Club, en su última oportunidad de grabar su nombre en un Grand Slam.

"Una derrota es una derrota, solo el ganador se lleva el trofeo, ver que Roger ganó otros diecinueve después no lo hace más fácil".

El discurso final de Federer como ganador tuvo tintes de cerrar muchas bocas y de revancha. La forma en que lo celebró, sin poderse aguantar las lágrimas, esbozando un "es genial" y levantando el título para enmascarar sus lágrimas, resumen a la perfección la primera parada de un viaje que luego se extendió durante un centenar más de títulos, 19 de ellos del oro más preciado, el de los Grand Slams.