Los diálogos de paz en su fase pública y después de dos años de exploraciones y definiciones de la agenda de forma reservada entre las partes, se instalará este jueves en Quito, Ecuador, con el aval del gobierno del presidente de ese país, Rafael Correa.
El ELN es la segunda agrupación insurgente que opera en Colombia después de las Fuerzas Armadas Revolucionarios de Colombia (FARC), y en la actualidad tiene cerca de dos mil hombres y mujeres en armas y una importante red de milicianos y colaboradores en los centros urbanos.
La creación del ELN se da a mediados de 1964, pero su primera acción militar ocurrió el 7 de enero de 1965, cuando un grupo de 16 insurgentes tomó la guarnición policial del municipio de Simacota, en el departamento de Santander (nororiente).
En aquella ocasión, su jefe fundador Fabio Vásquez Castaño leyó la proclama en la que informó a los colombianos sobre las intenciones de tomar el poder por la vía de las armas.
El ELN, en sus orígenes, tuvo claras influencias culturales y políticas de los hechos históricos ocurridos un lustro atrás en Cuba, donde Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara lograron que su gesta se convirtiera en un hito que se regó como pólvora en América Latina.
“Venimos a defender la revolución Cubana porque es hermana gemela de la lucha colombiana”, decía una canción compuesta por estudiantes que viajaron a La Habana, Cuba, en aquellos años.
Claro está que ese discurso procubano de los “elenos”, como se denominaba a los miembros del ELN, sería pronto influenciado por otro viento liberador que sopló en esta parte del mundo, y que se conoce como la Teología de la Liberación.
Más allá de la discusión teórica sobre la validez de esta nueva interpretación del evangelio, es evidente que el ELN, al igual que otros grupos en el continente, recibió el oxígeno que avivó la llama del espíritu combativo de religiosos que abandonaron la sotana y asumieron el fusil como una opción de justicia social.
Sin embargo, en el corazón y el pensamiento del ELN hay una huella indeleble de un hombre que marcó su sino ideológico y que, en su momento, fue un transformador de la sociedad colombiana.
Se trata del sacerdote Camilo Torres Restrepo, un joven religioso de familia acomodada nacido en 1929.
Un brillante sociólogo y politólogo que marcó un hito en la historia contemporánea de Colombia, por su posición de izquierda y fundamentalmente, porque reivindicó los derechos de los más necesitados.
El cura Camilo Torres es el principal símbolo de la lucha del ELN, su labor popular es recordada por su concepción de vida más allá de una propuesta armada, pues incluso pocas semanas después de su ingreso definitivo a las filas guerrilleras cayó abatido en un combate en el departamento de Santander en febrero de 1966.
El religioso rebelde abrazó fervientemente el sacerdocio y se apasionó por la concepción cristiana del amor como entrega al prójimo, postura desde la cual dio vía libre a su afán revolucionario.
El sacerdote, nacido en Bogotá, es considerado por los historiadores colombianos como el más "esclarecido precursor de la Teología de la Liberación".
La relación del sacerdote Camilo Torres con el ELN fue muy corta, pero su concepción revolucionaria marcó profundamente a este grupo que particularmente nació con tendencia castrista y promulgó el concepto del foquismo en la guerra de Ernesto “Che” Guevara.
Años después de la muerte de Camilo Torres, el grupo guerrillero siguió recibiendo en sus filas a sacerdotes que acataron los llamados a las armas, como el cura español Manuel Pérez, quien ingresó a las filas en 1969 y para 1980 se convirtió en el jefe máximo de la organización hasta el 14 de febrero de 1998.
“El Cura Pérez” o “Poliarco”, sus nombres en la vida guerrillera, murió de una grave enfermedad y fue sucedido por Nicolás Rodríguez Bautista (Gabino), quien aún es el jefe máximo de este grupo insurgente.