Debería ser una jornada de fiesta, pero el aniversario encuentra al país y sumido en crisis política y económica y profundamente dividido, lo que agudiza los temores de un retroceso institucional.
La polarización de la sociedad se agudizó durante la campaña electoral del año pasado, cuando la presidenta Dilma Rousseff conquistó un segundo mandato al derrotar por estrecho margen -unos tres millones de votos- al senador opositor Aécio Neves.
La agresiva campaña, salpicada de denuncias y acusaciones mutuas, contribuyó a profundizar la rivalidad entre el Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff -en el poder desde 2003- y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) de Neves, que gobernó el país entre 1995 y 2002, a través de Fernando Henrique Cardoso.
La situación se agravó este año, cuando empezaron a aparecer las consecuencias de los problemas del país -economía virtualmente estancada, con profundos desequilibrios en las cuentas públicas e inflación en aumento- que amenazan incluso las conquistas sociales de los últimos 12 años.
Además, la revelación del escándalo en la principal empresa del país -la petrolera estatal Petrobras- contribuyó a profundizar la desconfianza de los brasileños hacia la clase política, y alimentó voces (aún minoritarias) que defienden en las redes sociales una intervención militar.
Los sectores que apoyaron en las últimas urnas a Neves impulsan actualmente una ola de protestas en demanda de un juicio político a Rousseff o de la renuncia de la mandataria, la mayor de las cuales está programada para este domingo, precisamente la fecha de la vuelta a la democracia en 1985.
Además de la acentuada caída del apoyo popular a su gestión -del 44 por ciento, en diciembre, al 23 por ciento, en febrero-, Rousseff también enfrenta problemas en las relaciones con sus aliados políticos en el Congreso, precisamente en momentos que necesita apoyo parlamentario para aprobar medidas de ajuste fiscal para reequilibrar las finanzas públicas y reactivar la economía.
Por si esto fuera poco, el mismo Congreso está hoy bajo sospecha: en la semana pasada, la Justicia brasileña dio a conocer una nómina de 47 políticos -casi todos oficialistas- que serán investigados por supuestos nexos con el escándalo de desvío de fondos de Petrobras.
En la lista están 22 de los 513 diputados federales y 12 de los 81 senadores, entre ellos los presidentes de la Cámara Baja, Eduardo Cunha, y del Senado Federal, Renan Calheiros -segundo y tercero respectivamente en la línea de sucesión presidencial-.
La nómina incluye además a un ex presidente de la República -Fernando Collor de Mello, destituido en 1992 por cargos de corrupción- varios ex ministros de Estado y la ex gobernadora de Maranhao, Roseana Sarney, hija de José Sarney, el primer presidente civil de Brasil tras la dictadura.
Para algunos analistas, las dimensiones del escándalo contribuyen a profundizar la desconfianza de los brasileños frente a la clase política, lo que crea un ambiente favorable a la inestabilidad institucional.
El ambiente enrarecido llevó a dos de las principales instituciones del país -la Confederación Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB) y la Orden de los Abogados de Brasil (OAB)- a lanzar en febrero una Proclamación en Defensa de la Democracia, que demanda una reforma política para superar los problemas actuales.
"La incuestionable crisis por la que pasan en Brasil las instituciones de la democracia representativa, especialmente el proceso electoral, a raíz de persistentes vicios y distorsiones, ha producido efectos gravemente dañinos al propio sistema
representativo, a la legitimidad de los pleitos y a la credibilidad de los mandatarios electos para ejercer la soberanía popular", advierte el documento.
Según el escritor Mauro Santayana, los actuales problemas brasileños resultan principalmente de los errores cometidos por los dos partidos que gobernaron el país en las últimas dos décadas -PSDB y PT-, que priorizan la lucha por el poder en lugar de fortalecer las instituciones democráticas.
"Al hacer lo que están haciendo, el gobierno, el PT y el PSDB están alimentando una tercera fuerza y se están especializando en el peligroso arte de cebar a los buitres", advirtió, en un artículo reciente. (DPA)