“Hace un año yo me pude haber muerto y haber dejado sola a mi hija. (...) Estoy viva y, porque estoy viva, tengo que recordarle a las demás personas que allá afuera sigue habiendo un agresor que se llama Julio César”, espeta Ayyselet.
El próximo lunes 18 de septiembre, cuando se cumple un año del ataque, habrá una protesta a las 16.00 horas (22.00 GMT) en el emblemático Ángel de la Independencia de la Ciudad de México en la que la mujer pedirá que se detenga a su agresor -de quien no ha tenido noticias aunque sabe que miembros de su familia lo están encubriendo- y se haga justicia.
Ayyselet recuerda como hace un año llegaba a su departamento junto a Julio César después de salir con amigos para huir del estrés de una semana de mucho trabajo. Aunque ya no eran pareja, trataban de llevarse bien y ser amigos por su hija, que entonces tenía ocho años.
Llegaron a la casa y estaba la madre de ella cuidando a la niña. Ayyselet se metió al baño y supo después que su expareja le estaba revisando su celular. La madre abandonó el departamento y fue entonces cuando Julio César se dirigió al baño.
“Recuerdo escuchar que él va caminando, me abre la puerta y me dice ‘ahora sí, hija de la chingada, no va a haber nadie que te salve, ya valiste’”, narra.
Fue entonces cuando inició el ataque con un cuchillo. Le asestó un total de 27 puñaladas en la cabeza, en las mejillas, debajo del ojo, en el cuello, en el pecho, en las manos y en los brazos, en la espalda y en una pierna.
Dolor permanente
Ahora, un año después, padece múltiples secuelas y dolor permanente. Perdió la visión en un ojo, la movilidad en una mano, tuvieron que reconstruirle la lengua y parte del rostro, y sufre de parestesia y adormecimiento en varias partes del cuerpo.
Aquel día, su hija presenció el ataque y, aunque le pidió a su padre que parase, él no lo hizo.
Ayyselet, mientras sufría el ataque tirada en el suelo del baño de su apartamento, vio aparecer los pies de su hija y alcanzó a decirle que pidiese ayuda, por lo que la niña primero le dio escobazos a Julio César y luego corrió a la zotehuela (patio trasero) a pedir ayuda a las vecinas, quienes primero se llevaron a la niña y luego lograron que el agresor, totalmente ensangrentado, se fuese corriendo.
De lo anterior, la joven no recuerda casi nada, sino que su hija y su vecinas le han contado tiempo después.
Pero Ayyselet recuerda los siguientes dos meses en el hospital, de los que seis días fueron en terapia intensiva, y especialmente los primeros 20 días consciente, en los que el dolor era constante y también las dificultades para encontrarse a sí misma al colocarse frente al espejo.
“Me sentía desfigurada y pensaba cómo iba a salir al mundo sin todos estos prejuicios y que buscaran qué me había pasado, por qué me veía así. Me daba mucho miedo que me vieran así. (...) Tardó mucho mucho mucho que yo me volviera a aceptar y a abrazarme y decir que cada cicatriz que quedó en mí significaba que justo era gracias a que tenía vida”, dijo la joven agradecida por estar viva después de saber que, cuando la encontraron, apenas tenía signos vitales.
'No quiero seguir escondiéndome'
Y por esa fortaleza de seguir viva y de proteger a su hija es que quiere presionar públicamente para que detengan a su agresor.
“Yo ya no quiero ni puedo seguir escondiéndome. Necesito retomar, mi vida, necesito mantener a mi hija, necesito darle también esta seguridad a ella de que puede ser una niña tranquila y libre, que puede jugar sin estar esperando a que alguien llegue y la ataque”, dice convencida.
Ayyselet cuenta que tenía en su cabeza la idea de sentirse avergonzada por sus problemas en la relación con Julio César.
Recuerda que, mientras eran pareja, él la fue aislando de su familia y de sus amigos y, durante su embarazo, que fue de riesgo, ella dejó de trabajar. Por lo que en muchas ocasiones pensó que no podía terminar con él.
“Hoy en día, ya me resulta más fácil hablarlo, decirle a las personas lo que me pasó sin sentir este miedo y vergüenza. (...) Además somos muchas que seguimos pidiendo justicia y que por favor actúen y que no nos olviden”, explica.
Ahora Ayyselet está decidida a no callar y también, gracias a conocer a otras mujeres que sufrieron violencia, a apoyar a quienes, como ella, no hayan obtenido justicia.
Pide también que las autoridades, en un país donde se asesinan a más de 10 mujeres al día, atiendan este tipo de casos y no esperen a un trágico desenlace.
“Y que por favor, si alguien lo conoce, nos ayude a realizar ya esta captura. Que no se tengan que esperar hasta ese momento para realmente actuar. (...) Seguiremos alzando nuestra voz las veces que sean necesarias con tal de que nuestra historia, nuestro caso, no se olvide”, termina.