La caza con águilas, la cetrería que los kazajos quieren convertir en arte universal

La cetrería con águilas, una tradición milenaria entre los nómadas centroasiáticos, aspira a convertirse en un arte universal que atraiga a turistas de todo el mundo a la estepa kazaja.

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Una mujer kazaja vestida con el traje tradicional de los nómadas centroasiáticos posa con un águila de la estepa. EFE/ Kulpash Konyrova

"Esta tradición me permite sentir el verdadero espíritu de los nómadas, mis antepasados, que lograron domesticar a un pájaro tan orgulloso y, con su ayuda, obtener comida", comentó a EFE el cetrero Yeltái Muptekéyev, entrenador de "bérkut", las águilas de las estepa de Asia Central.

El arte de la cetrería se debate entre la tradición milenaria y el deporte. No en vano, recientemente se creó la Federación Internacional de Cetreros, que incluye a especialistas de Kazajistán, Turquía, Rusia, Mongolia y Kirguistán.

Una tradición milenaria

Muptekéyev es uno de los 200 cetreros kazajos, conocidos como "burkutchi", que guardan fielmente la tradición heredada de los nómadas esteparios.

"Los secretos del entrenamiento de águilas los aprendí de mi padre, él de su abuelo y éste del suyo, y así hasta siete generaciones. En mi casa, por lo que recuerdo, siempre hubo un águila", comenta.

Explica que él mismo ahora está instruyendo a su hijo de 18 años, Yersultán, en el arte de la cetrería, que fue declarado por la UNESCO en 2010 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

La cetrería tiene miles de años en la estepa de Asia Central, pero también se practica desde hace largo tiempo en lugares como China, el mundo árabe, Europa y América Latina.

Como en el caso de las hordas de Gengis Khan, en Kazajistán el águila es considerado uno de los símbolos nacionales, además de sinónimo de libertad e independencia.

¿Cómo domesticar al pájaro de Dios?

A los cazadores kazajos les gusta llamar al águila "el pájaro de Dios". Quizás por ello los principales mandamientos del adiestramiento de los "bérkut" son considerados casi secreto divino.

Muptekéyev desveló algunos de ellos. El adiestramiento debe comenzar cuando esas aves rapaces tienen corta edad.

"Como las águilas están en el Libro Rojo, por regla general elegimos para su entrenamiento a las crías que caen de los nidos cuando hay fuertes ráfagas de viento. Las criamos en casa. Hay que alimentarlas diariamente con un kilogramo de carne fresca como mínimo", señala.

El cetrero explica que el "bérkut" sólo puede comenzar a entrenar cuando ha alcanzado una comunión plena con su dueño. "Es un proceso largo que requiere paciencia y contención", explica.

Cuando el ave se acostumbra al brazo del cetrero, el hombre anda con el águila a pie, en compañía de un perro, y a caballo para que aprenda a mantener la calma ante cualquier situación. De esta forma, los tres animales se acostumbran a cazar como si fueran un solo equipo.

"Para convertir a las aves en cazadores domesticados, que se acostumbren a escuchar su nombre y a recibir órdenes, se necesitan al menos entre nueve meses y un año", subraya.

Atractivo turístico

El nombre que el "burkutchi" le ha puesto a su última cría, Dayir, que significa Nueva Era, es premonitorio.

Y es que el Ministerio de Turismo y Deporte de Kazajistán considera que la cetrería debería ser una de las tarjetas de visita del país, ya que tiene un gran potencial turístico.

Para ello, las autoridades lo han ascendido al rango de deporte nacional con financiación estatal, a lo que hay que sumar la celebración no menos de tres veces al año de torneos locales e internacionales, que tienen lugar cuando aparecen las primeras nieves en la estepa septentrional o en las laderas de las montañas sureñas.

"Entre el 8 y el 14 de septiembre en Kazajistán tendrán lugar los Juegos Mundiales Nómadas, en cuyo programa ha sido incluido un torneo entre cetreros de diferentes países", explica el kazajo.

Nada más se le retira la caperuza, el águila extiende sus alas, que alcanzan de un extremo a otro los 2.5 metros de longitud, e inicia el vuelo en busca de su presa, a la que puede divisar a incluso tres kilómetros de distancia, con un descenso en picado a 150 kilómetros por hora.