Son palabras del director de Océanos de Greenpeace Reino Unido, Will McCallum, uno de los activistas que esta semana confrontaron un barco español a 200 millas del archipiélago portugués de las Azores que estaba pescando tiburones.
"Fue una protesta pacífica. Desplegamos una pancarta con el mensaje "Sharks under attack" (Tiburones bajo ataque) y documentamos las capturas que estaban haciendo", cuenta a Efe McCallum, que refiere que aunque este barco debería dedicarse principalmente a la pesca sostenible de pez espada, sus capturas de tiburones eran mayores.
No es una excepción. Durante su más reciente travesía por el Atlántico Norte, el Esperanza, el mayor buque de Greenpeace, documentó que en este tipo de barcos las capturas de tiburón cuadruplican (en peso) las de pez espada, como se recoge en un informe divulgado hoy por la organización ecologista.
Los tiburones son especialmente codiciados por sus aletas, que en algunas culturas están consideradas un manjar.
Greenpeace calcula que los barcos españoles y portugueses están capturando unos 25,000 tiburones mako al año, una especie que se encuentra en peligro de extinción.
"Lo hacen abiertamente, no es algo por lo que se escondan. La ciencia es muy clara, no estamos haciendo lo suficiente para proteger a los tiburones. No hay límites para estos barcos cuando están en el mar", explica McCallum, que señala que el problema está en la gestión de esta pesca.
Un reciente informe de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico, responsable por la gestión de este tipo de pesca, alertó de que, aunque se suprimiesen las capturas de tiburón mako, sólo hay una posibilidad del 50 % de que la población se recupere de aquí a 2040.
"Puede que hayamos ido demasiado lejos", lamenta el director de Océanos de Greenpeace, que añade que en el caso del tiburón azul apenas hay datos sobre el tamaño de las poblaciones, por lo que "no tiene sentido" pescar tanto de una especie de la que no se sabe cuántos ejemplares hay.
En su informe, Greenpeace pide límites estrictos a la pesca de tiburones pero también un tratado a nivel global para crear santuarios en el 30 % de las grandes áreas oceánicas hasta 2030 que las proteja de toda actividad humana, para permitir que las especies se recuperen.
"Los tiburones se desenvuelven muy bien cuando no hay actividad humana", sostiene McCallum, que señala que un estudio realizado sobre 90 áreas marinas reveló que en las zonas más protegidas había 14 veces más ejemplares que en las desprotegidas.
En la actualidad, sólo el 1 % de los océanos están totalmente protegidos, según Greenpeace, que refiere que algunas poblaciones de tiburones se han reducido hasta en un 99 % debido a la actividad humana.
Para los ecosistemas marinos la presencia de los tiburones es esencial porque son uno de los mayores depredadores y ayudan a mantener el equilibrio de la vida oceánica, por lo que una reducción dramática de la especie podría tener un impacto enorme.
"Queremos que el océano sea más resiliente ante el cambio climático. Queremos que los 3,000 millones de personas que dependen del pescado tengan suficiente para comer. Para eso necesitamos ecosistemas sanos y diversos, incluyendo a los tiburones", defiende McCallum.
El buque Esperanza partió el pasado abril del río Támesis (Londres) para hacer una expedición de polo a polo, con el Ártico como primer destino y la previsión de finalizar en la Atlántida a principios de 2020, para promover la aprobación de un tratado global de los océanos.