"Los niños están muy felices hoy aquí, como eufóricos, necesitaban ese aire, la necesidad de retomar la vida. Ya estaban estresados en casa", explica a Efe Daniel Rodríguez, de 33 años, que por primera vez en más de un mes acudió este lunes con sus hijos a una playa urbana del oeste de la ciudad.
Esta y otras playas, así como los parques, paseos y paradas de autobús que permanecieron desiertas durante todo un mes, vuelven a concentrar parte de la vida diaria de los habaneros.
La capital de Cuba comenzó octubre sin el toque de queda nocturno que prohibía la circulación de personas y vehículos entre las 7:00 pm y las 5:00 am. A esta medida se han sumado este fin de semana la normalización del horario comercial, la reapertura de restaurantes y la reanudación al 80 % del transporte urbano, que estaba completamente suspendido.
No es la primera reapertura en La Habana. Ya en julio -cuando los casos diarios eran de un solo dígito- se relajaron las duras restricciones impuestas tras el inicio de la pandemia tres meses antes y la ciudad recuperó parcialmente su rutina. Pero la mayor proliferación de positivos en agosto -varias decenas al día en múltiples focos- llevó a las autoridades a imponer un endurecido retroceso desde el 1 de septiembre.
REACTIVAR LA ECONOMÍA, UNA NECESIDAD
El nuevo cerrojazo asestó un duro golpe a la economía cubana, que atraviesa una profunda crisis agudizada por las cada vez más duras sanciones de Estados Unidos y la suspensión del turismo internacional como consecuencia de la pandemia.
A esto se sumó la paralización de las actividades económicas en septiembre: 53.000 empleados públicos permanecieron inactivos, obligando al Estado a desembolsar un monto adicional de 621 millones de pesos (25 millones de dólares, 21 millones de euros) en prestaciones y servicios médicos, según datos oficiales.
El parón fue casi total para el pujante sector privado de la isla: "en septiembre lo llevamos mal, porque estuvimos paralizados sin poder hacer nada", lamenta Moraima Cabrera, propietaria del restaurante a pie de costa Bom Appetite, en el barrio habanero de Miramar.
Urgía, entonces, reactivar la producción y los servicios. Desde hace semanas los mensajes de las autoridades cubanas en los medios estatales sugieren a los ciudadanos que han de acostumbrarse a vivir con la presencia del virus, manteniendo siempre las máximas precauciones para evitar una propagación masiva y descontrolada.
La nueva flexibilización de las medidas, que llega en un momento de descenso en los casos de la COVID-19 (hoy sólo se detectaron 7 en La Habana), ha sido acogida en general con optimismo. Cabrera tiene planeado reabrir su negocio este fin de semana.
"Como empresaria tengo la ilusión de contribuir, con el esfuerzo que hagamos todos, a remontar la economía, que es lo que hace falta", declara a Efe, tras asegurar que su establecimiento reabrirá en condiciones de seguridad, con limitación de capacidad y dispensadores de alcohol y cloro en todas las columnas y entradas.
Otros comercios privados ya operan desde el fin de semana, y los clientes han comenzado a llenar las terrazas de los restaurantes que el mes pasado sobrevivieron, en el mejor de los casos, vendiendo comida a domicilio.
DIVERSIÓN CON DISCIPLINA
Las playas, a las que el acceso estuvo prohibido y fuertemente vigilado por las fuerzas de seguridad el pasado mes, también han recibido a un número creciente de bañistas desde el día 1.
"Nosotros nos criamos aquí en la costa y veníamos aquí todo el tiempo", indica a Efe Douglas, de 45 años, que se confiesa feliz por haber recuperado la costumbre de acudir al mar a bañarse con su familia.
La reapertura, sin embargo, ha generado preocupación ante posibles nuevos rebrotes: "todos tenemos miedo, pero cada cual tiene que tener conciencia, con su familia y como ser humano, y saber cuidarse", afirma Douglas.
Yanieska, estudiante habanera de 18 años, señala a los indisciplinados como el mayor riesgo epidemiológico en esta nueva fase: "hay personas que no respetan las medidas y otras que sí. Las que no las respetan, lo veo un poco mal, porque así nunca vamos a acabar con eso".
En la etapa iniciada el pasado jueves se mantiene el uso obligatorio de la mascarilla, el distanciamiento físico en lugares públicos y centros de trabajo, y el control de la temperatura. No se permiten fiestas públicas ni privadas que no garanticen el distanciamiento físico.
En cuanto al curso escolar, las autoridades capitalinas prevén retomar y culminar el ciclo 2019-2020 y comenzar el 2020-2021 el próximo 2 de noviembre, si la situación epidemiológica lo permite.