Cuando hablamos de encuestas es necesario señalar que existen diferentes metodologías para realizarlas. Hay encuestas hechas cara a cara en vivienda, telefónicas, en internet y también hay ejercicios mixtos. Una primera precisión es que las encuestas publicadas en el país se realizaron con diferentes metodologías, algo que no puede pasar desapercibido.
Entre enero y mayo de este año, de las encuestas realizadas cara a cara en vivienda se pueden identificar, entre otras, las de Parametría, Reforma, Buendía y Laredo y Enkoll. Los datos de El Financiero, Demotecnia y Massive Caller provienen de encuestas telefónicas. Algunas mediciones de El Financiero fueron hechas con metodologías mixtas de encuestas cara a cara y telefónicas. En tanto, las encuestas de México Elige y las de Consulta Mitofsky son realizadas por internet.
Al analizar los promedios de aprobación presidencial de las encuestas antes mencionadas encontramos diferencias significativas. El promedio de aprobación hacia López Obrador en encuestas hechas cara a cara en vivienda es de 82 % (hasta antes de su última entrega). Entre las encuestas telefónicas, la aprobación del presidente llega a 77% y en las de internet el promedio es de 62%. ¿Cómo se pueden explicar estas diferencias de 20 puntos porcentuales entre unas y otras?
Las encuestas telefónicas y en internet representan menores costos en la recopilación de información. Sin embargo, no se puede ignorar el hecho de que en el caso de las telefónicas solo 45 de cada 100 hogares cuenta con este servicio, esto de acuerdo con datos de Inegi de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares 2018. Los hogares con teléfono tienen claramente un sesgo por ser más urbanos, tener más ingresos, mayor escolaridad y, por ello, mayores niveles de información, por hablar solo algunas diferencias. Por ello es una población poco representativa del país.
En el caso de las mediciones realizadas por internet, en México 18.3 millones de hogares disponen de internet mediante conexión fija o móvil, lo que representa 53% de los hogares. Si consideramos teléfonos inteligentes, la cobertura de internet llegaría a 65% de los adultos de este país. Es decir, estas mediciones no incluyen a 35% de los ciudadanos con menor escolaridad y de mayor edad. En estas mediciones hay más usuarios jóvenes y la mayoría de éstos radican en zonas urbanas. Por regiones, en la zona norte del país se concentra el mayor porcentaje de usuarios de internet y en la sur, en estados como Chiapas o Oaxaca, el menor.
En distintas mediciones de validación hemos registrado diferencias sustanciales dependiendo si se trata de una encuesta telefónica, por internet o en vivienda. Aun cuando se realizan las mismas preguntas, los porcentajes en las respuestas cambian. Las diferencias más importantes se registran al comparar mediciones cara a cara con las de internet. Los sesgos más claros son por edad y por escolaridad. En esta última variable, mientras el porcentaje del país con educación universitaria es de 15%, en las mediciones por internet llega a 50%.
Al comparar las series en sí mismas, no hay duda de que se observa una baja en la aprobación presidencial sin importar el método. En las mediciones telefónicas de De las Heras hay una caída de 10 puntos. En la medición cara a cara en vivienda de Enkoll-La Silla Rota la caída es de 15 puntos porcentuales. En la serie de Parametría —también cara a cara en vivienda— la baja es de 8 puntos porcentuales: cae de 83% a 75%. Las diferencias en estas series se deben, además de la metodología, básicamente a la frecuencia con la que se realizan. Mientras las dos primeras son trimestrales, la de Parametría es mensual.
Bajo cualquier parámetro, una aprobación de alrededor de 70 puntos porcentuales es muy alta. Ya no está alrededor de 80 puntos, según las mediciones más representativas antes de esta última entrega. ¿Cuándo bajó? ¿Cuál fue el acontecimiento que lo provocó? Es muy especulativo decirlo. No sabemos si es una tendencia o un momento que se puede estacionar o incluso recuperar.
Lo cierto es que hay una pérdida de capital político del presidente. La magnitud y la ezrazón no la podemos determinar de manera clara. Una posible interpretación es que las expectativas se están ajustando a la realidad del ejercicio de gobierno. Cuál será la lectura que le dará la administración es también una incógnita. Pero tal vez ésta última pregunta pasa a ser la más relevante, más aún que la magnitud de la caída.
