“Conforme a los hechos de violencia ocurridos en la ciudad de Buenos Aires el 24 de noviembre de 2018, los cuales pusieron en riesgo la seguridad de los jugadores, oficiales y aficionados, resulta prudente que el partido final no se juegue en Argentina”, indica un documento de Domínguez difundido en su portal en internet.
Por consiguiente, basados en los artículos 4 y 35 del Reglamento Conmebol Libertadores y con el fin de garantizar el debido término deportivo, la Confederación decidió que el partido se jugará el 8 o 9 de diciembre con sede por confirmarse a la brevedad; esta decisión está sujeta al fallo del Tribunal Disciplinario.
Además, la Conmebol dejó en claro que se hará cargo de los gastos de viaje, hospedaje, alimentación y traslado interno de máximo 40 personas por delegación y establecerá las coordinaciones de seguridad con las autoridades correspondientes.
Previo al partido de vuelta de la final de la Libertadores entre Boca y River, que habían empatado 2-2 en la ida, algunos aficionados arrojaron piedras y tiraron gas lacrimógeno al autobús del equipo xeneize cuando arribaba al estadio “Monumental”.
Estas acciones tuvieron por consecuencia que los jugadores de Boca entraran al recinto con las manos en la boca, pero también hubo secuelas físicas, como en el caso del mediocampista Pablo Pérez, quien tuvo daños en el ojo izquierdo.
Ahora, tras el comunicado del presidente de la Conmebol, que se dio a partir de la junta que se llevó a cabo en Luque, Paraguay, queda por confirmar la sede y hora del encuentro.