Brasil aspira a ser superpotencia alimentaria en próxima década

Brasil, el mayor productor de soya, café y proteína animal del mundo, planea expandir su producción agropecuaria en la próxima década, cuando quiere aumentar del 7 al 10 por ciento su cuota mundial de alimentos y, de esta forma, afianzarse como superpotencia agrícola.

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La producción de soya y maíz, dos granos exportados a todo el planeta como ración animal, aumentará 30 por ciento en la próxima década en Brasil, pasando de 118 a 156 millones de toneladas en el caso de la leguminosa para el año 2027/2028, según previsiones recientes del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento.

Si la cosecha de granos tendrá un sostenido aumento, también lo tendrá la carne (bovina, porcina y de pollo) crecerá a tasas de dos dígitos (27 por ciento hasta 2027), hasta situarse en las 34 millones de toneladas.

Estas previsiones, publicadas oficialmente por el gobierno, confirman la estrategia de Brasil de avanzar hacia erigirse en una superpotencia mundial en la producción de alimentos, impulsada tras cuatro décadas de innovaciones agrícolas, infraestructuras, créditos a los productores y expansión del área de plantío.

Así, Brasil pasó de ser importador de alimentos en la década de 1960 a situar sus exportaciones de alimentos en 96 mil millones de dólares el año pasado, sostenidas por los 25 mil millones de dólares de ventas en soya y derivados, así como a los 14 mil millones en carne de todo tipo.

Se trata del 44 por ciento del total exportado por la mayor economía de América Latina, de la que un 21 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) está vinculado a los diversos sectores de la cadena agroindustrial de alimentos.

Para este año en que su principal competidor en el mercado mundial, Estados Unidos, enfrenta dificultades en sus ventas de granos y soya a China, el gran importador planetario, los productores en Brasil prevén ventas de soya históricas por valor de 30 mil millones de dólares, así como la diversificación a nuevos mercados como México.

Esta expansión agrícola brasileña, sin embargo, no está exenta de polémica, ya que está también vinculada al aumento de la destrucción medioambiental en la Amazonía y el Cerrado –una sabana tropical previa a la gran jungla-, que sufrieron en las últimas décadas los efectos acelerados de la destrucción con fines agrícolas.

La mayor selva tropical del planeta, que ocupa más del 50 por ciento del territorio brasileño, ha sufrido en los últimos 30 años los efectos de esta tala indiscriminada y corte raso, que va sucedida muchas veces por la quema de los remanentes del bosque, para abrir áreas de pasto para el ganado bovino o la producción agrícola.

Con cerca de una quinta parte de todos los recursos de agua dulce superficial de la Tierra y una extensión de selva cercana a dos tercios del territorio continental de Estados Unidos, la Amazonía es considerada fundamental para el planeta y la lucha contra el cambio climático, así como para generar el ciclo de lluvias en América del Sur.

Se cree que el porcentaje de selva destruido desde 1960, cuando comenzó el período acelerado de destrucción para dar paso a actividades como la agricultura, la minería o la construcción de infraestructuras, esté entre el 17 y el 20 por ciento, y algunos científicos advierten que este ecosistema podría colapsar si la deforestación llega al 25 por ciento del total.