Un obstáculo al desarrollo: cambio climático golpea a los más pobres

Los responsables del cambio climático y sus víctimas no suelen coincidir: el fenómeno afecta especialmente a los países que no son los principales contaminantes con gases de efecto invernadero y que piden ahora ayuda urgente en la cumbre del clima que se celebra en Varsovia.

Casas destruidas, campos devastados, muertos, heridos y personas sin hogar: el tifón "Haiyan" ha recordado drásticamente a los participantes de la conferencia que son los habitantes de los países más pobres del planeta quienes con más fuerza sufren los cambios del clima. La tragedia de Filipinas está de actualidad en estos momentos, pero otras regiones se ven olvidadas hasta la próxima catástrofe.

El ejemplo más evidente es el África subsahariana. "África no ha contribuido en nada al efecto invernadero", señala Sam Ogallah, de la Alianza Panafricana por la Justicia Climática (PACJA) en Nairobi, sobre la conferencia de Varsovia. "Pero África lleva la carga más pesada del cambio climático".

Mithika Mwenda, secretario general de PACJA, ve también a los países industrializados en el banquillo de los acusados: "No entiendo cómo los países ricos pueden ignorar los gritos de los pobres". Junto con otros representantes de los 50 países más pobres, la organización pide en Varsovia ayuda financiera para compensar los daños por el clima.

Por ejemplo, en el índice de riesgo climático elaborado por la organización Germanwatch, África cuenta con una participación inferior a lo que le correspondería, afirma Sönke Kreft, coautor del estudio presentado en Varsovia. El motivo: la falta de fiabilidad de datos con los que puedan trabajar los científicos o cifras directa y claramente atribuibles a fenómenos naturales.

En el caso del ciclón "Haiyan" hay hechos claros: velocidades de vientos, cálculos, cifras de muertos y heridos... pero en las sequías que en los últimos años afectaron de forma cíclica y con fuerza a la zona del Sahel o al cuerno de África destruyendo las bases de la vida de las personas, cuantificar los daños es más difícil.

Los agricultores ya no pueden basarse en el sistema de siembra-cosecha que guió los cultivos durante generaciones, pues el modelo válido para los tiempos de lluvia ha cambiado. Y las sequías no sólo provocan hambre, sino que también fuertes implicaciones sociales, sobre todo en mujeres y niños.

Cuando en el verano de 2011 la tercera sequía en pocos años puso en peligro la vida de millones de personas, en muchas regiones de Kenia hasta el 40 por ciento de los niños dejó de ir a las escuelas porque debían ayudar a sus familias a conseguir agua y alimento para el ganado.

Porque si los nómadas pierden su ganado, se destruye toda la manutención de la familia. Y de los daños en las cosechas las mujeres son las principales afectadas, porque son ellas las responsables de la mayor parte de las actividades de cultivo a pequeña escala que se llevan a cabo en África.

Ya hay conflictos por los pastos y el agua, como por ejemplo en la disputada zona de Abyei entre Sudán y Sudán del Sur, pero también en el norte de Uganda, el lago de Turkana u otras regiones del norte de Kenia. Cuanto más extendidas estén las regiones desértica y más escaso sea el acceso al agua y las supervivies agrícolas, más aumenta el riesgo a conflictos armados entre los grupos étnicos.

Muchos países en desarrollo no esperan a recibir ayuda, sino que intentan prepararse mejor y tomar medidas para adaptarse a las catástrofes. Pero sus posibilidades financieras son limitadas. "Si tenemos 24 tifones al año, eso supera nuestras posibilidades, señaló Alicia Ilaga, miembro de la delegación de Filipinas en Varsovia.

"Trabajo con comunidades rurales que en siete años han tenido que trasladarse 30 veces. Han perdido sus zonas de asentamiento tradicionales y se ven a veces durante semanas aislados del mundo exterior", señala Farah Kabir, de la organización Action Aid de Bangladesch. "Ya eran pobres antes. Pero ahora viven en la pobreza extrema".