El "frugal" o austero más rígido de la UE, Mark Rutte, resistirá a Bruselas

El dirigente holandés Mark Rutte será el protagonista de la cumbre europea de este viernes y sábado en Bruselas, al defender la posición más rígida de sus colegas europeos, respaldado por una mayoría del Parlamento de La Haya, aunque algunos diputados le acusan de convertir a Países Bajos en el "niño molesto" de la UE.

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Lleva una década al mando de la política neerlandesa, pero aún le queda energía para seguir otros cuatro años más, si al final se confirma como candidato de los liberales en las elecciones de marzo de 2021, aunque ya dijo esta semana que, si tuviera que confirmar ahora, "sería un sí" definitivo, pero que esperará unos meses antes de decidirse.

Esto es clave para explicar las razones de su negativa tajante a apoyar un paquete de subvenciones para la reconstrucción de las economías europeas afectadas por la pandemia del coronavirus.

Cuando este liberal de 53 años negoció el acuerdo de coalición con sus tres socios -progresistas (D66), democristianos (CDA) y Unión Cristiana (CU)-, se comprometió a no dar pasos hacia lo que llaman la "unión de transferencias", un rechazo a los paquetes de rescate y a la participación del Banco Central Europeo (BCE) en las crisis dentro de la UE.

Respaldar la propuesta franco-alemana de un fondo de 750,000 millones de euros, de los cuales 250,000 millones irían en concepto de préstamos y 500,000 millones en donaciones, sería "violar claramente los términos políticos del acuerdo de su Gobierno", alertó a Efe Mathieu Segers, analista en Integración Europea de la Universidad de Maastricht.

PRESIÓN EN CASA

Cuando el pasado viernes, recibió en La Haya al primer ministro italiano, Giuseppe Conte, el líder ultraderechista Geert Wilders, que lidera el segundo partido más grande del Parlamento (PVV) holandés, convocó una protesta a las afueras del edificio en la que él mismo levantó una pancarta que pedía "No dar ni un duro a Italia".

En la misma línea se posicionó el eurófobo Thierry Baudet, líder de Foro para la Democracia (FvD), que se convirtió el año pasado en el grupo más grande del Senado holandés, lo que provocó que la coalición que lidera Rutte perdiera una mayoría fundamental para aprobar los proyectos de ley.

Cuando el liberal dio explicaciones al Parlamento de lo que hará y dirá en Bruselas, quedó en evidencia que no tiene apoyos para respaldar donaciones sin reformas, y prometió "luchar hasta el último aliento" para defender sus condiciones, porque, como ya dijo antes, "no está hecho de plastilina y puede gestionar" las presiones.

"¡Importamos! ¡Países Bajos tiene algo que decir! Pero esto es como la atención que se presta al niño molesto que se sienta al fondo, siempre protestando, mientras el profesor quiere seguir dando clase", le echó en cara el diputado de la izquierda verde, Bram van Ojik, apoyado por D66 y los socialdemócratas (PvdA).

Aunque el cuarteto de los "frugales" incluye a Austria, Suecia y Dinamarca, Países Bajos es el país más difícil de convencer, tanto por su tradicional tacañería, como por la falta de apoyos a otra postura en casa, la cercanía de las elecciones y la aún viva sombra de la crisis de 2010, de la que Rutte recuerda que "hubo promesas de reformas" que nunca llegaron.

La disyuntiva pone la negociación difícil, puesto que Rutte está entre la espada y la pared: si cede ante Bruselas, se gana el rechazo del Parlamento holandés, si cumple con las exigencias de La Haya, convertirá a Países Bajos en el "niño molesto" de la Unión Europea.

FRANQUEZA HOLANDESA E INTERESES DOMÉSTICOS

Rutte es el político más popular de Países Bajos y su gestión de la pandemia le atrajo aún más apoyos, según las encuestas realizadas durante los últimos meses, lo que refuerza aún más su perfil político de dirigente en la "típica franqueza holandesa" para defender los intereses nacionales, tanto frente a los holandeses como ante la UE.

Ante el público, tiende a mostrar una imagen modesta y cercana a la sociedad: acude a trabajar en una bicicleta negra un tanto destartalada, y colgando del manillar la cartera ministerial desgastada tras 10 años de uso, saludando y sonriendo a su paso a los vecinos, y frena para echar la bronca a los chavales que no respetan la distancia social de seguridad en la calle por el coronavirus.

Aunque los líderes europeos tienen delante una ardua tarea hasta convencerle para que ceda en sus exigencias, Rutte tiene grandes dotes de negociación y sabe cuándo ceder: tras ganar tres elecciones a unos 14 partidos, siempre tuvo que negociar acuerdos de coalición con dos o más grupos de ideologías casi opuestas, para poder gobernar.

Rutte ha hecho saber en el Parlamento que estaría dispuesto a respaldar donaciones, siempre que se apliquen "reformas fundamentales" en el sistema fiscal, laboral y de pensiones; pero reconoció que eso es un problema porque es "cuestión de soberanías nacionales" y por eso no cree que esta vez haya acuerdo en la cumbre de Bruselas que comienza este viernes.