Estigma de violación persigue a víctimas de la guerra en el Congo

Therese Matunda acaba de cumplir 15 años y ya tiene muchas responsabilidades encima. Muy a su pesar. Está en el séptimo mes de embarazo y hasta hace pocos días ni siquiera sonreía cuando pensaba en Grace, el nombre que eligió para su hija.

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El suyo es un embarazo no deseado, consecuencia del que puede considerarse el acto violento más execrable: la violación.

En la República Democrática del Congo (RDC) hay miles de historias similares a la de Therese. La suya, probablemente, está marcada por otro acto de crueldad.

Mientras volvía a casa desde la escuela, la secuestraron una decena de hombres armados que se la llevaron con ellos a un refugio en el bosque. Estuvo prisionera durante más de un mes.

"Cuando me querían -dice la adolescente con la cabeza gacha-, venían a la cabaña en la que me tenían encerrada. Lo hacían a turnos, varias veces al día. Era la mujer de todos”, relata.

“También me obligaban a cocinar para ellos. Me trataban con desprecio, era su esclava. Entonces un día, de repente, me vendaron los ojos, me llevaron a la entrada de mi pueblo y desaparecieron", agrega.

Therese es originaria del área de Masisi, una pequeña ciudad de la provincia de Kivu del Norte, en el este de la RDC. En esta gran área se producen actos de violencia de todo tipo, en particular violaciones.

La inseguridad, la ausencia total del Estado, la presencia de casi 140 grupos armados irregulares, los saqueos, la corrupción y la pobreza son solo algunas de las razones de la proliferación de este fenómeno.

Según las estimaciones de la ONU, en todo el país solo en 2015 se produjo una violación cada treinta minutos. Una situación que lleva ocurriendo a estos niveles desde hace unos veinte años, es decir, desde el estallido de la Segunda Guerra del Congo (1998-2003).

Actualmente asistir a todas las mujeres víctimas de la violencia sexual en el Congo es, lamentablemente, una utopía.

Sin embargo, hay un lugar donde algunas de ellas tienen la oportunidad de empezar una vida digna. Se trata del One Stop Center, una clínica dedicada a las personas más vulnerables que se creó en 2016 en el hospital protestante de Kyeshero, en Goma, la capital de Kivu del Norte.

El doctor. Guylain Mvuama, ginecólogo, es el director sanitario de Kyeshero: "El One Stop Center se convirtió en un punto de referencia para las mujeres que sufren los abusos más horribles. Nuestros colaboradores recorren las aldeas más remotas en busca de mujeres que fueron violadas y las traen aquí”.

Dice que “a menudo se trata de una lucha contra el tiempo: nuestro primer objetivo es verificar que estén bien, que no hayan contraído ninguna enfermedad. Y, en el caso de que una mujer esté embarazada, controlar el estado de salud del niño. Podemos tratar hasta un máximo de 30 pacientes".

El One Stop Center, totalmente financiado por el gobierno noruego, tiene la particularidad de incluir en un solo edificio todas las fases necesarias para la curación física y mental de las mujeres víctimas de violación.

Aparte de la atención médica, reciben asistencia psicológica, asistencia legal -destinada a llevar ante el tribunal a los perpetradores de la violencia- y finalmente la que concierne a la reinserción social.

Durante todo el ciclo de tratamiento, que puede durar incluso más de nueve meses, las pacientes pueden residir en la casa de huéspedes del centro.

"La reinserción social -explica el Dr. Franklin Kalembo, el psicólogo del centro- es quizás la fase más delicada de la rehabilitación. Volver a sus pueblos con un niño después de una violación no es fácil”.

Señala que “hay que hacer un trabajo largo y duro con las chicas, que viven la violencia sufrida como una culpa, y especialmente con la familia de origen, que vive la violencia que sufre su hija como una deshonra profunda e insuperable”.

“Por esta razón –destaca- mientras nuestras pacientes están recuperándose con nosotros, yo y otros colaboradores llevamos a cabo muchas campañas de sensibilización en los suburbios".

En el Congo la violación es un arma y una estrategia de guerra, capaz de destruir a comunidades enteras. Se utiliza para desestabilizar y controlar territorios enteros y lo practican tanto los grupos armados ilegales como las fuerzas del orden, todo en la más absoluta impunidad.

Lo sabe muy bien Chantal Uwizeye, de 19 años, embarazada de ocho meses e ingresada en el One Stop Center desde hace seis.

"Mi pueblo se llama Kibabi, no está lejos de Masisi. Ahí no hay ni una sola familia que no tenga a una mujer violada”, cuenta.

Refiere que “a ellas, como a mí, las echan de casa, las dejan de lado y en algunos casos las golpean y las asesinan. Tener a una mujer como yo en casa es una vergüenza. Somos muchísimas, tengo tres primas que fueron violadas. En mi familia ya no nos habla nadie".

El One Stop Center se encuentra detrás del punto de primeros auxilios del Hospital de Kyeshero, rodeado por un cuidado jardín.

Para cada fase de rehabilitación hay una sala especial. Casi todas las pacientes son adolescentes, poco más que niñas.

Cuando todavía no tienen la barriga demasiado grande juegan a tirar piedras contra una botella, para que el tiempo pase más deprisa mientras esperan entre una sesión y otra.

Todas están fascinadas por la televisión, un objeto con el que anteriormente tenían poca interacción.

Los niños y niñas que nacen en el centro se convierten, como si se tratara de un automatismo, en hijos de todas las pacientes.

Fue así también para Victoire, de 11 días de vida. "Todavía tengo miedo a tenerla en brazos -confiesa la madre, Sylvie Neema, de 15 años- pero poco a poco me estoy acostumbrando. Cuando nació no estaba bien, pero los doctores lo hicieron muy bien y ahora está sana”.

“Aquí me estuvieron cuidando desde el primer día, se convirtieron en mi nueva familia, y esto no lo olvidaré nunca. Dentro de poco tendré que regresar a mi pueblo. Me asusta, no veo a mis padres desde hace meses. Pero sé que me acompañarán los médicos de aquí, ellos me darán fuerza", finaliza.

Fuente: Notimex