Fracasa en la ONU la renovación de la ayuda al noroeste de Siria tras un veto de Rusia

El Consejo de Seguridad de la ONU no logró este martes un acuerdo para prorrogar el mecanismo que permite el suministro de ayuda humanitaria desde Turquía a las zonas opositoras del noroeste de Siria, después de que Rusia vetara una propuesta de compromiso y de que su texto alternativo no recibiera el mínimo apoyo requerido.

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Fotografía cedida por la ONU donde aparece el pleno del Consejo de Seguridad durante una reunión sobre la situación en Siria, celebrada hoy en la sede del organismo internacional en Nueva York (EE.UU.). EFE/Eskinder Debebe/ONU

La autorización de Naciones Unidas para que los convoyes humanitarios usen el paso fronterizo de Bab al Hawa había expirado la pasada medianoche, por lo que por ahora queda cerrada esa vía de acceso, considerada clave para la entrega de asistencia a algo más de 4 millones de personas.

Se trata de residentes de áreas del noroeste fuera del control del Gobierno sirio, muy castigadas por la guerra y que además fueron de las más afectadas por los terremotos del pasado febrero.

Tras los sismos, las autoridades sirias permitieron a la ONU la apertura por seis meses de otros dos cruces, el de Bab al Salam y el de Al Raae, unos pasos que se mantendrán operativos al menos hasta el próximo 13 de agosto a pesar del cierre de Bab al Hawa, que era el punto de tránsito principal.

Establecido originalmente en 2014, el mecanismo transfronterizo de ayuda contaba originalmente con cuatro puntos para facilitar ayuda a la población de zonas opositoras, pero la insistencia de Damasco -canalizada en el Consejo de Seguridad a través de Rusia- fue reduciéndolo hasta dejar únicamente un cruce.

Con la falta de acuerdo este martes, se detiene oficialmente todo el mecanismo, que queda a expensas de que las delegaciones sigan negociando y puedan llegar a algún tipo de entendimiento.

CHOQUE DIPLOMÁTICO

Tras años en los que cada renovación había derivado un duro choque diplomático entre Rusia y otros países, en esta ocasión ni siquiera en el último momento se alcanzó un compromiso.

Primero, Moscú vetó una resolución propuesta por Brasil y Suiza que habría renovado la autorización para usar Bab al Hawa por nueve meses y que contó con el apoyo de 13 de los 15 países del Consejo.

Esa resolución era un intento de compromiso con las autoridades rusas, pues tanto la propia ONU, como las organizaciones humanitarias y la mayor parte de los miembros apoyaban una prórroga de un año.

A continuación, el órgano votó una alternativa planteada por Rusia, que habría mantenido el cruce abierto por seis meses, pero que incluía ciertas modificaciones consideradas inaceptables por varios Estados miembros.

Ese segundo texto obtuvo sólo dos votos a favor (Rusia y China), tres en contra (Estados Unidos, Francia y el Reino Unido) y diez abstenciones, por lo que no llegó al mínimo de nueve apoyos necesario para ser aprobado.

El embajador ruso, Vasili Nebenzia, dejó claro que su país no va a aceptar ninguna extensión sin cambios del mecanismo y que la única alternativa para que éste siga funcionando es que se dé luz verde a las "correcciones" que su país quiere hacer.

Del otro lado, las potencias occidentales cargaron con dureza contra Moscú por su veto y le exigieron que explique por qué ha decidido negar la ayuda humanitaria a millones de sirios.

En los últimos años, cada vez que debía renovarse esta autorización de la ONU, Rusia había presionado para cerrar esta operación y que toda la ayuda pase a canalizarse desde el interior de Siria, es decir, que dependa del Gobierno de Bachar al Asad.

Mientras, las organizaciones humanitarias y la mayor parte de la comunidad internacional consideran el mecanismo transfronterizo como algo vital.

"El cínico veto de Rusia a la línea de ayuda transfronteriza vital para millones de sirios es un doloroso recordatorio de que no puede confiarse al Consejo de Seguridad las decisiones sobre asistencia humanitaria. La entrega de ayuda debería basarse en necesidades, no en política", señaló en un comunicado Floriane Borel, de la ONG Human Rights Watch (HRW).