Kerry dice que cooperación de Japón y OIEA es clave para vertido de Fukushima

El enviado especial de EE.UU. para el cambio climático, John Kerry, dijo hoy que la "cooperación continuada" de Japón con el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) es clave para asegurar que el vertido de agua contaminada de Fukushima se hace con seguridad.

En un encuentro con periodistas en Seúl, Kerry dijo que EE.UU. "confía en que el gobierno de Japón ha mantenido consultas plenas con el OIEA y que el OIEA ha establecido un proceso muy riguroso", para el vertido controlado al Pacífico de agua procedente de la accidentada planta anunciado por Tokio esta pasada semana.

"Lo que es clave es la coordinación continuada de Japón con el OIEA mientras ésta supervisa el proceso", añadió Kerry, que aterrizó procedente de Shanghai, donde trató temas de cooperación con su homólogo chino, Xie Zhenhua, sobre cambio climático de cara a la Cumbre virtual de Líderes sobre el Clima de la próxima semana.

La visita de Kerry a Seúl llega después de que el Gobierno surcoreano protestara enérgicamente por la decisión japonesa y afirmara que estudia la posibilidad de llevar el caso ante el Tribunal Internacional del Derecho del Mar (ITLOS por sus siglas en inglés).

El enviado especial estadounidense consideró a su vez inapropiado el que Washington intervenga en este proceso para asegurar la transparencia del mismo, tal y como ha solicitado Seúl.

El vertido, anunciado el pasado martes por Tokio como un paso indispensable para avanzar en el proceso de desmantelamiento de la planta accidentada en 2011, cuenta con el beneplácito del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OEIA), pero ha generado descontento tanto dentro como fuera de Japón.

El agua será procesada para retirar todos los isótopos radiactivos salvo el tritio y diluida antes del vertido -que comenzará hacia 2023 y durará en torno a una década- y según Tokio será tan segura que incluso cumpliría los estándares de agua potable de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

China y Corea del Sur son los países que más han alzado la voz por el vertido, que ven como un riesgo para la salud humana y para el medio ambiente, y contra el que han protestado con vehemencia justo cuando sus respectivas relaciones con Tokio atraviesan un momento delicado.

En el caso surcoreano, la existencia de un informe del Gobierno en octubre que afirmaba que el vertido "no tendría impacto significativo" en sus aguas ha llevado a aquellos críticos con el presidente Moon Jae-in, que vive su peor momento de popularidad, a estimar que la respuesta de Seúl puede tener una marcada intención política.