Gran aficionado al fútbol, el Papa, nacido en Buenos Aires, recibió con agrado, según la prensa oficial, la camiseta rojiblanca con su nombre en la espalda, entregada por un edecán del presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, en la audiencia que le concedió al visitante en El Vaticano.
Sin embargo, quienes saben de fútbol, se animan a creer que es muy posible que tras la afable sonrisa con la que recibió el obsequio, Francisco alentaba fervientemente, como buen hincha argentino, que su albiceleste gane el juego premundialista del 5 de octubre, en Buenos Aires, vital para ambos equipos.
Incluso creen que, dada la situación de la selección argentina, obligada a ganar para clasificar, el Vicario de Cristo tendrá que hacer un esfuerzo ecuménico para abstenerse de pedir a su dios que ayude al combinado platense.
El impacto de la imagen del Sumo Pontífice con la camiseta rojiblanca en las manos relegó a un segundo plano otros dos bellos presentes, una pintura religiosa y un varayoc, bastón de mando inca, que le entregó el mandatario peruano.