Presidente de Israel: "El antisemitismo hizo que Europa atacara a parte de su ADN"

El presidente de Israel, Isaac Herzog, se unió este jueves a la conmemoración del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto en el Parlamento Europeo, donde elevó un rezo por los seis millones de judíos asesinados y aseguró que el antisemitismo, "como una enfermedad autoinmune, hizo que Europa atacara a parte de su ADN".

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El presidente de Israel, Isaac Herzog, y la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, comparecen ante la prensa en Bruselas antes de la sesión plenaria extraordinaria.

Acompasados por dos solemnes momentos musicales en los que resonaron en el hemiciclo un címbalo húngaro y un clarinete, Herzog y la presidenta de la Eurocámara, Roberta Metsola, coincidieron en lanzar un aviso de que "el Holocausto no nació de la noche a la mañana" y señalaron un "inquietante panorama" para las tendencias antisemitas en Europa.

"El antisemitismo, como una enfermedad autoinmune, hizo que Europa atacara parte de su ADN y una parte de historia compartida fue borrada como si nunca hubiese existido. Nunca tenemos que olvidar que la máquina de muerte nazi no habría logrado hacer realidad su visión de pesadilla si no se hubiera encontrado con un terreno abonado por el odio a los judíos", señaló Herzog.

El presidente israelí, recibido este miércoles y jueves por líderes de la Unión Europea y de la OTAN, advirtió del ascenso de "movimientos extremos" que portan "con orgullo la fea bandera del antisemitismo y que una vez más amenazan con convertir a sociedades democráticas y civilizadas en sociedades que devoran a su propio pueblo".

"El panorama es profundamente inquietante. El discurso antisemita supura no sólo en regímenes oscuros sino en el corazón del Occidente libre y democrático. El negacionismo del Holocausto sigue existiendo", incidió Herzog.

A los diputados y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el mandatario israelí les pidió que "no se queden de brazos cruzados" y en su lugar vean "las señales de alarma", detecten "los síntomas de la pandemia de antisemitismo" y la combatan "cueste lo que cueste".

"Está bien criticarnos y que no estén de acuerdo con nosotros, pero esas críticas deben pasar la prueba básica de la imparcialidad y no cruzar las líneas de la deslegitimación o la deshumanización", pidió.

Herzog también aseguró que Europa no sería lo que es hoy sin la aportación de judíos como Albert Einstein, Sigmund Freud, Karl Marx o Franz Kafka, una idea que recogió la presidenta de la Eurocámara al recordar que "ser antisemita es ser antieuropeo".

"Nuestra primera mujer presidenta, Simone Veil, fue ella misma una superviviente y su legado está presente en estos salones y edificios. Ella comprendió que 'la neutralidad sólo ayuda al opresor'. Y el Parlamento Europeo siempre tomará partido: del respeto, de la dignidad humana, de la igualdad, de la esperanza", aseguró Metsola.

La presidenta maltesa recordó unas palabras del rabino Jonathan Sacks en 2012 en las que se refirió al "horror del silencio" y a cómo le atormentaba que el Holocausto pudiera haber sucedido "en la era de la ilustración, el racionalismo, la ciencia, el arte y la cultura".

"El proceso de deshumanización comenzó antes de los campos. Y lo que fue verdaderamente horroroso es la ausencia casi total de horror en aquel momento. Por eso, aunque sea difícil describir estos crímenes, debemos seguir hablando", insistió.

La generación actual, dijo, es "la última que ha recibido relatos de primera mano de supervivientes del Holocausto" y su deber "es aún mayor cuando las voces de esos supervivientes ya no pueden oírse".

"Es nuestra responsabilidad recordar y transmitir los testimonios a las generaciones futuras. Debemos hablar porque, a pesar de décadas de esfuerzo, el antisemitismo sigue existiendo. El odio sigue encontrando demasiadas voces que lo excusan", advirtió Metsola.

Tras la ceremonia, Herzog y Metsola inauguraron juntos una réplica de "El refugiado", del pintor judeo-alemán surrealista Felix Nussbaum, que vivió exiliado en Bruselas durante la Segunda Guerra Mundial antes de ser descubierto y deportado a Auschwitz, donde fue asesinado.

El cuadro, que precisamente recoge la desesperación del artista en 1939 en vísperas de la guerra sin poder escapar de la amenaza del nazismo, se quedará permanentemente a la entrada del hemiciclo en Bruselas en memoria de los muertos del Holocausto.