Un semblante marcado por el destino: Niki Lauda cumple 65 años

A Niki Lauda no le gustan los cumpleaños. Conocido por hablar sin pelos en la lengua y por la gorra roja con la que cubre sus cicatrices, la leyenda austriaca de la Fórmula 1 no celebrará mañana con nada especial sus 65 años.

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Festejar sólo porque uno se hace mayor no es cosa para el triple campeón del mundo, actualmente jefe del consejo de vigilancia de Mercedes en la categoría reina del automovilismo.

Por eso esperará durante los test de la Fórmula 1 en Bahrein tranquilo a su cumpleaños, que transcurrirá sin sorpresas. Su equipo sabe lo que le gusta y lo que no. Y pese a todo, el mítico piloto austriaco no se aburrirá.

"Siempre busco nuevos desafíos", aseguró hace poco Nikolaus Andreas Lauda, conocido en el mundo entero simplemente como "Niki" Lauda.

Como en su época como piloto, no tener nada que hacer es algo desconocido para Lauda. En 1975, 1977 y 1984 se coronó campeón de la Fórmula 1.

El austriaco, hijo de una acomodada familia vienesa, ganó 25 Grandes Premios. Pero las cifras solas no bastarán jamás para describir al ser humano, no sólo ligado a sus éxitos sino también a los reveses del destino y sus brutales e inolvidables imágenes.

Una de las más impactantes es del 1 de agosto de 1976. Otros pilotos sacan ese día a Lauda de su bólido de Fórmula 1, envuelto en llamas, apenas un minuto después de que arrancase el Gran Premio en el circuito alemán de Nürburgring.

El austriaco sobrevivió al grave accidente, pero las quemaduras que sufrió las lleva desde entonces como marcas en el semblante. Pocas semanas después de lo ocurrido se volvió a sentar al volante de su Ferrari. El campeonato lo perdió esa temporada sólo por un punto a manos del británico James Hunt.

"¿Cómo puede competir de nuevo este loco cuando acaba de quemarse así?", decía Lauda en una ocasión sobre sí mismo, para dar inmediatamente después la respuesta.

"El regreso rápido era parte de mi estrategia de no quedarme demasiado tiempo sentado en casa, pensando en por qué me pasó todo eso a mí", subrayó.

Lauda, que comenta también la Fórmula 1 para la emisora alemana RTL, no da siempre la impresión de ser un hombre cordial y es conocido porque no se muerde la lengua en sus análisis.

"Gorra roja y palabras claras y directas" contestó el jefe de motores de Mercedes, Toto Wolff, cuando le preguntaron qué atributos le vienen de golpe a la cabeza para definir a su compatriota.

Lauda no tiene que aparentar ni simular nada, porque los golpes del destino lo han sacudido ya lo suficiente a lo largo de su vida. Cuando puso fin a su carrera como piloto en 1985, ya tenía su propia aerolínea desde hacía seis años.

Y el 26 de mayo de 1991 llegó otra de esas imágenes: uno de sus aviones se estrelló en Tailandia, las 223 personas que iban a bordo murieron. Lauda considera esa tragedia como la peor que le ha tocado vivir en su agitada vida.

El hombre de gorra roja y ropa informal se ha retirado en tanto del negocio aeronáutico. Desde septiembre de 2012 es jefe del consejo de vigilancia de Mercedes. Y sigue pensando en sus objetivos, como toda la vida. "Queremos ser cuanto antes campeones del mundo", dice.

"Me gustaría regalarle un título mundial por su cumpleaños", comentó ahora Wolff, que conoció por primera vez a Lauda hace 15 años en una cena.

Un regalo sí que faltará este sábado con seguridad. "No creo que dé importancia a que alguien le regale un pastel", consideró Wolff. Por eso no habrá ninguno. "Para él y para nosotros será un día como otro cualquiera". (DPA)