Con robots pedagógicos, niños aprenden a desarrollar ciencia propia

Hacer ciencia propia es más emocionante que utilizar una tecnología de última generación, pues la aventura de aprender, inventar e innovar supera a la sorpresa de algo novedoso implementado por alguien más.

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Enrique Ruiz-Velasco Sánchez, del IISUE de la UNAM.

Si lo programaste para que obedezca tus órdenes, no importa que el carrito de control remoto sea más modesto que el del aparador de la juguetería. Si conoces los cables y microcircuitos con los que un brazo robótico puede subir, bajar y agarrar un objeto, significa que entendiste cómo funciona y lo puedes mejorar.

Con este principio, Enrique Ruiz-Velasco Sánchez, el único investigador matemático adscrito al Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la UNAM, ha desarrollado un método para enseñar a los niños a crear sus propios robots y, en el camino, asimilan el método científico y conceptos de matemáticas, mecánica, electricidad, electrónica y programación, entre otros.

“También aprenden a buscar datos interesantes en Internet, a sintetizar ese discernimiento en un manual, a programar y propiciar un entorno colaborativo, pues trabajamos en equipos para enriquecer las ideas y compartir conocimientos”, explicó en entrevista.

El matemático aclaró que su método no es exclusivo para quienes serán ingenieros o químicos, de igual manera ayuda a quien elegirá la lingüística o la poesía, pues pone a los infantes en la ruta de la creatividad y el descubrimiento de las propias capacidades, brinda autoconfianza e interés por el aprendizaje, más allá de una sola temática.

Fiel a su método, el maestro en ciencias de la computación y doctor en robótica sintetizó su tesis doctoral en un pequeño elevador, donde los niños aprenden no sólo a ordenar a una canastilla el momento para subir, bajar, avanzar o detenerse, sino cuáles son los números enteros y por qué hay una serie de ellos por debajo del cero.

“Desde la licenciatura me ha importado la enseñanza de las matemáticas, dar un salto para allanar el camino de la didáctica en esa disciplina y volver a los entes matemáticos en físicos. Se piensa que aquella disciplina es sólo para los muy inteligentes, pero no es cierto, cualquiera puede aprenderla y utilizarla en la vida cotidiana”, destacó.

Pensar, hacer, compartir

Con su método, el universitario muestra a los infantes cómo crear sus propios modelos, que no tienen que ser humanoides, sino equipos sencillos que pueden avanzar a lo complejo, según la creatividad e interés de cada quien.

“No importa si el robot es una casa de fantasmas o una cucaracha electrónica, lo principal es desarrollarlo, pensar qué quiero que haga y hacer todo para lograrlo. En el camino se comparte la experiencia, pues laboramos en equipos”, reiteró mientras mostraba una rueda de la fortuna que giraba a la izquierda o derecha, controlada de forma remota desde los tonos de un modesto teléfono celular.

Al crear artefactos ideados por ellos, asimilan con la robótica pedagógica para qué les sirve sumar y restar; a la par, se relacionan con conceptos de álgebra, geometría, electricidad y mecánica, entre otros. “Tenemos la obligación de impulsar la enseñanza de las ciencias en un contexto más amigable, rico, interesante, lúdico y transformador”, sostuvo.

Reciclable y sustentable

La robótica pedagógica también es ecológica, pues emplea materiales de reciclaje y propicia la sustentabilidad desde el quehacer colectivo.

Lo que hacemos es para crear comunidades ecológicas de aprendizaje, en el sentido de utilizar materiales de recuperación y reciclables, pero también grupos donde aprendamos de los demás, con los demás, y nos formemos entre pares -entre todos sabemos todo-; aquí el profesor es importante porque es un guía para el descubrimiento y los estudiantes trabajan de forma independiente, comprometida y rica, explicó.

“Lo interesante es cómo los conceptos abstractos se concretizan en un engrane, en la medición de un brazo, en un grado de libertad de una polea, así usamos la matemática asociada a la física, y esta última a la posibilidad de hacer y construir cosas desde lo cognitivo. En este caso armamos, pero con el mismo método podemos hacer ensayos o poemas”.

El pretexto es el robot, pero lo fundamental es la ruta para lograrlo, es un recorrido cognoscitivo. “Es como hacer trenes o rutas de conocimiento, con paradas. Si necesitamos añadir algo eléctrico, nos detenemos ahí para entender qué es una fuente de energía y construir un motor para instalarlo más tarde. Luego seguimos a otra parada, por ejemplo de electrónica, para controlar el artefacto”, apuntó.

El lenguaje de la programació

Una parte fundamental es aprender a programar desde una computadora o un teléfono celular con tonos. “Traducimos éstos en instrucciones para que la máquina haga lo que queramos: avanzar, detenerse, ir a la izquierda o a la derecha”.

Se programa en un lenguaje natural –a partir del materno– que puede iniciar con tres tonos o instrucciones y hacer una secuencia que avanza hasta donde se quiere.

“Un niño entiende y programa. Se puede aprender y crear una interfaz electrónica. Yo no quiero que compren cosas y tecnologías, sino que las hagan, que abran su mente y se motiven para usar su imaginación”, enfatizó el investigador, quien durante 30 años ha desarrollado y aplicado este método en sesiones apoyadas por la Academia Mexicana de Ciencias.

Actualmente, su método de robots pedagógicos está en trámite de patente con autoría para la UNAM.