Estudian ofrendas mexicas de culto a la tierra

Se trata de dos oblaciones de más de 500 años de antigüedad de la antigua Tenochtitlan, cuyos elementos estaban vinculados al ciclo agrícola e involucraban sacrificios humanos. Los especialistas consideran que las ofrendas prehispánicas fueron dedicadas a Cihuacóatl- Quilaztli, diosa joven de la tierra y la fertilidad.

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Ofrendas mexicas: Se trata de dos oblaciones de más de 500 años de antigüedad de la antigua Tenochtitlan, cuyos elementos estaban vinculados al ciclo agrícola e involucraban sacrificios humanos.

Dos ofrendas mexicas de más de 500 años de antigüedad, compuestas por diversos materiales, entre ellos cráneos humanos y ollas polícromas, localizadas en las esquinas de la plataforma norte de Templo Mayor, dan muestra del culto a la tierra que tenía esta antigua civilización.

De acuerdo con el arqueólogo Diego Jiménez Badilla, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), dichas oblaciones “fueron parte de un ritual en el que los tenochcas ‘devolvían fuerzas germinativas’ a la tierra, en retribución de las que recibían de ella en cada cosecha. Por ello tales ofrecimientos estaban compuestos por elementos vinculados con la tierra y el culto a las diosas terrestre y de la fertilidad”.

El tema fue abordado por el especialista el sábado pasado en la conferencia Evidencias del culto a la tierra en dos ofrendas del Templo Mayor, en el marco del XXXV aniversario del descubrimiento del monolito de la diosa lunar Coyolxauhqui, en el Museo del Templo Mayor (MTM).

Ambas ofrendas (22 y 58) fueron descubiertas en 1979 y 1980, en un piso de tierra correspondiente a la etapa constructiva IVB (1469-1481) del Templo Mayor, cuyo estudio es retomado por el experto, quien vislumbra que tales vestigios guardan significados muy profundos, al interpretar sus elementos en conjunto; “nada está dispuesto en una ofrenda de manera gratuita, todo tiene una razón de ser”, puntualizó.

Durante la ponencia, el arqueólogo explicó la relación de estas oblaciones prehispánicas con la diosa Cihuacóatl-Quilaztli, deidad joven de la tierra y la fertilidad; así como el significado de cada uno de los elementos que integraban ambas ofrendas y su vinculación con el ciclo agrícola.

“En las dos oblaciones se encontraron un espadarte de pez sierra, un modelo en barro de una cuna deformatoria, una máscara fragmentada hecha con un cráneo humano, una olla con la efigie de la deidad de la fertilidad, el cráneo de una joven sacrificada, varios caparazones de tortuga, caracoles, conchas madreperla, arena marina y cientos de piedras verdes”, describió Diego Jiménez.

El experto indicó que cada uno de estos objetos tiene relación directa con la germinación del maíz. “La olla efigie de cerámica presenta un collar de flores de cempasúchil que conservan pigmentación amarilla, así como símbolos de nubes en color azul, un moño —elemento característico de las deidades de la fertilidad— y un tocado que simula tener espigas de maíz”.

El arqueólogo supone que las ofrendas fueron un rito que recreaba metafóricamente la capacidad de la tierra para la germinación. “Cronistas del siglo XVI, como los frailes Diego Durán y fray Bernardino de Sahagún, mencionan en sus escritos que en ciertas ceremonias como la llamada titl, los mexicas vestían a una joven doncella con el atuendo de la diosa Cihuacóatl-Quilaztli, y la decapitaban con el espadarte de un pez sierra —que denominaban acipactli, que significa instrumento de sacrificio—, en espera de lograr con ello la germinación de los campos de maíz.

Dichos elementos (espadarte y cráneos de jóvenes decapitadas) se encontraron en ambas ofrendas. “Se halló el cráneo de una joven de entre 14 o 16 años al momento de morir, que quizá estaba vestida como deidad de la fertilidad, ya que se encontraron, ornamentos característicos de la diosa, como orejeras y un collar de siete caracoles, aludiendo a siete mazorcas de maíz que porta Cihuacóatl-Quilaztli”, explicó Diego Jiménez.

El especialista del INAH mencionó que, a su vez, los modelos de cunas deformatorias se relacionan con el mito narrado por el español Diego Durán, en el que se relata que “cuando la diosa de la tierra consideraba que los sacrificios en su honor no eran suficientes, acudía al mercado de Tlatelolco portando una cuna de madera con un infante, que encargaba a alguna de las personas del lugar, con la promesa de volver pronto.

“Cuando la mujer no volvía por el niño —continuó el arqueólogo— la persona que se había quedado a su cuidado, lo observaba con detenimiento y encontraba un cuchillo de obsidiana en vez de un infante, lo que era interpretado por la población como la exigencia, por parte de la diosa, de más sacrificios humanos”.

Jiménez Badillo explicó que las cunas deformatorias, eran camas de madera donde se acostaba a los infantes durante las primeras semanas de nacidos, con la intención de deformarles el cráneo con fines culturales, para lo cual les ataban lienzos en la frente —que a su vez estaban sujetos de la cuna— para generar presión.

En este caso, dijo, las cunas deformatorias de las ofrendas, corresponden a modelos, ya que son de barro y de pequeñas dimensiones (de entre 18 y 20 cm de largo) donde no cabría ningún niño.

“En cuanto a los caparazones de tortuga —prosiguió el arqueólogo— pudieran representar recipientes de fuerzas germinativas o de fertilidad, pues de acuerdo a elementos iconográficos hallados en esculturas, platos y vasijas de barro (dos de estas últimas están en exhibición en el MTM) se observan deidades emergiendo de corazas”.

Finalmente, el investigador del Museo del Templo Mayor (MTM) refirió que los caracoles, conchas madre perla, los cientos de piedras verdes y la arena marina encontradas al fondo de las ofrendas, simbolizan el medio acuático y frío del inframundo donde vivían las deidades terrestres, por lo que quizá los mexicas trataron de reproducir el hábitat de los dioses de la fertilidad en las ofrendas con tales elementos.

“Además, de acuerdo con las narraciones de Sahagún, las parteras utilizaban caracoles para adivinar el destino de los niños, en tanto las conchas madreperla simbolizaban el vientre de las mujeres”, concluyó el arqueólogo Diego Jiménez.

La siguiente ponencia dentro del ciclo de conferencias por el 35° aniversario de la Coyolxauhqui, será el próximo sábado 23 de febrero a las 10:00 horas en el Auditorio “Eduardo Matos Moctezuma”, del MTM, y se titulará Contextos rituales frente al Templo Mayor. Ofrendas de consagración y de clausura.

En ella, el equipo de arqueólogos y antropólogos físicos que integran el Programa de Arqueología Urbana hablarán sobre los tratamientos realizados a cráneos y huesos durante la época prehispánica; así como de los resultados obtenidos de análisis de laboratorio aplicados a materiales arqueológicos recuperados durante los salvamentos hechos en la Plaza Manuel Gamio, durante 2011 y 2012. Entrada gratuita.

El MTM se localiza en calle Seminario, No. 8, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.